Aunque era muy joven, vivía sola en su madriguera. Se quedó
huérfana muy chiquitita, sólo tenía unos días cuando un galgo atrapó a su
madre, la llevó ante el cazador viva, y el cazador allí a quemarropa le pegó un
tiro y la mató. Entonces el señor Jeromo, un búho real que era el presidente de
la comunidad, convocó una reunión de urgencia para ver qué hacían con la
liebrecita, y acordaron que todos serían sus padres y cuidarían de ella. Así lo
hicieron, y se crió muy feliz.
Todos sintieron mucho la muerte de Doña Petra, la madre de
la liebrecita. Ësta era maestra, y a casi todos les había enseñado a leer y a
hacer números, gimnasia... y a ser buenos animalitos.
Y por eso, todos se volcaron en atenciones con su hijita, y
creció siendo muy bonita. Era muy prudente, muy obediente, limpiaba muy bien su
casita, se aseaba muy bien ella, y cuando terminaba de hacer todas sus faenas,
todas las mañanas, se iba a hacer grandes carreras por el bosque.
Al salir todos los días se encontraba en la puerta de la
madriguera un ramito de margaritas o de violetas, pero nadie sabía quién se las
ponía. Allí estaba también a la puerta de su madriguera, el conejito
rojiblanco. Lo llamaban así porque tenía los ojos colorados y era blanco, cosa
que era muy extraña ver un conejo así en el bosque.
Rojiblanco siempre estuvo enamorado de ella, pero nunca se
atrevió a decírselo, porque creía que era muy poca cosa, que él era muy
insignificante para una belleza como ella.
Y Niní también amaba al conejito, y pensaba “seguro que no
le gusto porque soy demasiado delgada y grande para él”.
Este día cuando la vió salir le dijo “Niní ten cuidado, que
cada vez te vas alejando más, y pueden venir los cazadores y hacerte daño”
Ella riendo le dijo “No, no hay peligro ninguno, mis patitas
son fuertes y ligeras, y no me alcanzará ningún galgo ni la escopeta de ningún
cazador”.
Se quedó inquieto, parecía como si presintiera que algo malo
le podía pasar, pero salió su madre y le dijo “¿Tú qué? ¿Que hoy no piensas hacer
nada en la madriguera? Pues yo me tengo que ir a buscar comida, porque ya no
nos queda alfalfa para la comida ni para la cena. Así que ya puedes estar
entrando dentro a arreglar la madriguera.”
Se entró refunfuñando, pero entonces pensó “Lo haré todo muy
deprisa para salir enseguida” y cuando terminó, ésta no había regresado. Se fue
para el camino a otear en el horizonte a ver si la veía venir, y sí que la vio,
venía que ya no podía más, ahogándose, y tras ella un galgo, que cada vez se
acercaba más. Era inminente su caída, y entonces no lo pensó. Se atravesó entre
le galgo y ella, para que ella pudiera escapar.
Al ver que la liebre se metió en la madriguera, el galgo
debió pensar que tampoco era mal bocado aquel conejito, y lo cogió y se lo
llevó al cazador. Éste al verlo, le gustó tanto que dijo “Te voy a perdonar la
vida, conejtio! Se lo voy a llevar a mi niña para que en vez de jugar con
peluches tenga un conejito de verdad”.
La niña se puso contentísima al ver a su conejito, y estaba
todo el día jugando con él. Pero a los dos o tres días, estaba su padre
trabajando en el despacho, y entró y le dijo “Papi, voy a pedirte una cosa.” “Venga,
bonita, tú sabes que tu papi te concede todo lo que tú le pidas” “Quiero que me
lleves al bosque” “Al bosque hija mía, por qué?” “Porque quiero devolver a
Jeromín con su mama” “Y eso? Es que no te gusta?” “Me gusta muchísimo papá,
pero cuando me duermo, sueño, y veo llorar mucho a su mamá acordándose de su
hijito. Entonces pues me da mucha pena, porque yo pienso, lo que sufriría mi
mamá si a ella le hicieran lo mismo”.
Fueron el matrimonio con su niña, y también les acompañaron
los abuelos. Al llegar y dejar a rojiblanco en libertad, ellos se escondieron
detrás de unos árboles para ver qué pasaba. Y fue tan emocionante como nunca
habían vivido cosa igual. Canarios, colorines, ruiseñores, cantaban como si estuvieron
dirigidos por un director de orquesta. Cada animalito hacía lo que sabía, las
ardillas parecía que hacían números de circo, jugando con sus nueces, el lobo
aullaba, el gato maullaba, el perro ladraba, la rana granaba... Cada uno hacía
su numerito, y entonces, Niní, pidió que guardaran unos minutos de silencio,
porque tenía que comunicarles algo.
“Como nosotros los animales tenemos distintas costumbres, no
importa que sea la hembra la que pida matrimonio al macho. Y yo voy a hacerlo.
He sabido que rojiblanco siempre estuvo enamorado de mi, como yo lo estuve de
él, y ahora quiero pedirle aquí ante todos que se case conmigo.”
A rojiblanco le temblaban desde las orejas hasta los pies,
nunca hubiera pensado él que ella estaba así enamorada y que le iba a pedir que
se casara con ella. Entonces el búho les dijo “Venid, Acercaos” Les cogió sus
patitas, las unió y dijo “Os declaro desde este momento, matrimonio”. Y más
adelante celebraremos la boda”.
Aquella noche durmieron los dos juntitos en la madriguera de
ella, como tantas veces habían soñado.
El padre dijo a su hijita “Con sólo cinco años y vaya
lección acabas de darme hija mía”. Fundó una compañçia de voluntarios para
dedicarse a defender a los animales, y a protegerlos. Pero qué difícil era,
porque poco después, había muchos conejitos que parecían liebres y liebres con
los ojos rojos, y la piel blanca. Y entonces pues incluso los turistas iban al
bosque para verlos, y todos querían llevarse uno de estos conejitos a su país,
así que qué difícil les era protegerlos.
Este hombre vendió su escopeta y todo lo relacionado con la
caza y juró que jamás volvería a matar ningún animal. En aquel momento se había
acabado la historia de aquel cazador.
Os pido a todos los niños y niñas que sigáis el ejemplo de
Emily, que dejéis a los animalitos en libertad, y que a vuestros padres les
demostréis que es con sus madres donde deben estar estos animalitos como
vosotros también tenéis que estar con las vuestras. Sed buenos hijos, que vosotros
sois los que tenéis que cambiar el mundo, y conseguir que en este reine la paz.
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