En la ciudad de Almería vivía un joven abogado llamado Arturo, que a pesar de su juventud, pues tan sólo tenía 23 años, se dedicaba a defender a las desamparadas viudas; puesto que en aquella época había mucha gente que en lugar de compadecerse de ellas y de sus huérfanos, las rechazaban y les negaban cualquier tipo de ayuda.
Este buen muchacho no sólo las defendía ante la ley, cada vez que surgía algún problema, sino que también lo hacía en todas las ocasiones que se presentaban. Por eso las viudas, casi todas ellas mujeres piadosas y muy devotas de Santa Rita, pedían a su Santa por su protector.
Pero no todo el mundo entendía la labor de Arturo y también tenía enemigos... Un mal día en que paseaba en compañía de un grupo de viudas se encontró con la desagradable sorpresa de que uno de sus enemigos lo estaba esperando escondido para matarlo. Las indefensas mujeres, asustadas ante lo que estaba sucediendo, no pudieron hacer otra cosa que incarse de rodillas para pedir a su Santa que no le pasara nada a su protector... Y justo en el momento en que su enemigo le iba a disparar, de debajo de la piedra donde tenía apoyada la escopeta salió un enorme alacrán que le picó en la mano, disparándose el arma al aire y evitando así que el malvado cometiera su crimen.
Todas pensaron que lo sucedido fue un milagro de Santa Rita, a la que había pedido que pretegiera al buen Arturo, pero desde ese día también supieron que todos los animales, hasta los más peligrosos y aparentemente dañinos deben ser respetados y hay que dejarlos vivir porque nunca se sabe si llegará la ocasión, como en este suceso en que sean ellos los que salven una vida.
Este buen muchacho no sólo las defendía ante la ley, cada vez que surgía algún problema, sino que también lo hacía en todas las ocasiones que se presentaban. Por eso las viudas, casi todas ellas mujeres piadosas y muy devotas de Santa Rita, pedían a su Santa por su protector.
Pero no todo el mundo entendía la labor de Arturo y también tenía enemigos... Un mal día en que paseaba en compañía de un grupo de viudas se encontró con la desagradable sorpresa de que uno de sus enemigos lo estaba esperando escondido para matarlo. Las indefensas mujeres, asustadas ante lo que estaba sucediendo, no pudieron hacer otra cosa que incarse de rodillas para pedir a su Santa que no le pasara nada a su protector... Y justo en el momento en que su enemigo le iba a disparar, de debajo de la piedra donde tenía apoyada la escopeta salió un enorme alacrán que le picó en la mano, disparándose el arma al aire y evitando así que el malvado cometiera su crimen.
Todas pensaron que lo sucedido fue un milagro de Santa Rita, a la que había pedido que pretegiera al buen Arturo, pero desde ese día también supieron que todos los animales, hasta los más peligrosos y aparentemente dañinos deben ser respetados y hay que dejarlos vivir porque nunca se sabe si llegará la ocasión, como en este suceso en que sean ellos los que salven una vida.
Autor: Custodia Contreras Barranco
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