Tierra de hombres recios y almas nobles. Por eso, aquella bendita imagen que un día creara el escultor alcalaíno Martínez Montañés se quedó para siempre en este pueblo.
Me contaba la esposa de Gil Martos, natural de Mengíbar y afincado en Andújar, que su padre tuvo durante toda la guerra civil esta imagen escondida en su casa para evitar que la destrozaran. La envolvió en sábanas y mantas para que la humedad no le hiciera daño, porque la puso en un profundo sótano. La puso mirando hacia el pueblo y antes de retirarse le pidió que velara por todos los castilleros.
Estuvo un tiempo sin bajar porque no queria que nadie pudiese descubrir donde la tenía, y cuando bajó, al descubrirla para ver si la humedad había echo algún estrago en ella, se encontró que estaba mirando hacia la sierra, había echado la espalda al pueblo. Muy confundido volvió a dejarla en la misma posición que la había dejado anteriormente y se marchó. No tardó tantos días como la vez anterior en bajar, y cual seria su sorpresa, porque ahora sí estaba seguro de que la había dejado mirando hacia el pueblo, pues la imagen otra vez miraba a la sierra. Sintió miedo, porque sabía que allí no podía entrar nadie, ni siquiera su esposa sabía donde la tenía la llave, a quien por fin le confesó lo que estaba pasando. Fueron los dos y vieron que la imagen estaba mirando hacia el pueblo. A la semana siguiente sí que quedaron sorprendidos los dos, porque otra vez estaba mirando para la sierra y creyeron oír una voz que decía "el peligro no está en el pueblo sino en Camuña, en la sierra".
Entonces comprendieron que el Señor miraba hacia donde estaba el peligro, para que aquellas bombas no cayesen al pueblo. Y, bueno, en realidad no murieron muchos castilleros, parece que el señor los libró.
Llevo sangre castillera porque mis abuelos, mis padres, mis tios... todos eran de esta bendita tierra y la amo bastante, de ello puede dar fe Juan Jiménez, "el sastre", que me conoce bien. Es posible que mucha gente joven, del Castillo, no conozca esta historia, y creo deben conocerla para que el amor que siempre sintieron por Nuestro Padre Jesús los mayores, lo sigan sintiendo también ellos.
La fotografía es de Alcalá la Real, no de Castillo de Locubín
ResponderEliminar