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EL GATO LORENZO
Don Raimundo era un abogado, pero no trabajaba, vivía de una buena pensión que le pasaba su madre.
Esa noche hacia un frío que pelaba, eran las dos de la mañana, ¡y venía con una merluza encima...! Porque había estado toda la noche de juerga...
Al ir a coger el coche vio que en lo alto del capó había un gato y éste empezó a ronronearle, entonces le dijo:
- Anda sube, que no te voy a dejar ahí pasando frío, ya veo que te gusta rondar a las gatas de noche como a mí.
Al llegar a casa estaba todo manga por hombro como lo había dejado antes de irse y pensó: "Verás mañana cuando venga la Raimunda y lo vea todo" y mirándolo dijo:
- Acomódate donde puedas.
Se quitó la corbata y los zapatos y se tiró a la cama, y el gato se acurrucó junto a él, y así los encontró Raimunda cuando llegó a la mañana siguiente:
- Venga, levanta, perezoso, que va a llegar tarde, que ya son las doce del medio día.
- ¿Las doce? ¿Y por qué tengo yo que madrugar tanto?
- Pues porque hoy toca ir a ver a su madre, ¿pero acaso que no se acuerda?
- Pues eso puede decir, que se me ha olvidado.
- Claro, y a su madre también se le puede decir que se le ha olvidado mandar el cheque a su cuenta corriente, y a ver entonces de qué vamos a comer usted, el gato y yo.
- ¿El gato? ¿Qué gato?
- Éste que trajo usted anoche, por lo visto
- ¡Yo no me acuerdo de haber traído ese bicho!
- El bicho se llama Lorenzo.
- Vaya vaya, Raimunda, ¿con qué también sabe hablar con los gatos?
- ¡No diga bobadas! ¿Yo como voy a saber hablar con un gato?
- ¿Entonces quién te ha dicho su nombre?
- Pues porque se lo he puesto yo.
- ¿Tú?
- Sí, se lo he puesto porque así se llamaba mi padre.
- ¿Le has puesto el nombre de tu padre a un gato?
- Sí señor, ¿y sabe por qué? Porque mi madre le decía siempre a mi padre "el gato", y ya un día le pregunté: ¿Madre, por qué llama a mi padre gato? Y ella me explicó: "Pues hija, muy sencillo, porque tu padre y los gatos tienen las mismas condiciones, teniendo en casa carne se van en busca de ratones", y este gatito se me hace a mí que es tan golfillo como usted.
- ¡Mujeres! ¿Por qué se le ocurriría al Señor estropear una costilla de Adán para hacer una mujer? Mejor hubiera hecho una lata, ¿verdad, Lorenzo?
- Como no espabile llegará tarde y ya sabe lo exigente que es su madre.
- Vale, vale...
- Venga Lorenzo - dijo Raimunda al gatito - te voy a poner de comer porque seguro que estarás hambriento.
¡Y vaya si lo estaba! Le puso un plato de albóndigas y se las comió en un santiamén.
- Sí que tenías hambre, sí, te he puesto casi tantas como le he puesto al señor. Mira, te voy a poner aquí otras poquitas, pero no te las vayas a comer porque mañana por la mañana no sé si vendré o no, así que guárdalas para mañana.
***
- Mamá, vas a tener que aumentarme un poco la pensión porque me viene muy escasa, ahora mismo estoy en números rojos.
- Bueno, bueno no hay problema ninguno. Tú lo sabes, pero también sabes cuál es la condición.
- Claro, que me case con la hija de tu amante, ¿verdad? ¿No te da nada querer sacrificarme? ¡Con lo feísima que es!
- Y tú, ¿no puedes hacer un pequeño sacrificio por la felicidad de tu madre?
Y terminaron como siempre que se reunían hijo y madre, pero hoy no se fue a refugiarse en el teatro, se acordó de Lorenzo y dijo:
- Me voy a ir al piso con mi gato.
La Raimunda lo había bañado, lo había perfumado, le había comprado un collar antiparásitos...en fin, estaba el gato la mar de guapo, se salió a la terraza y como estaba muy tranquilo porque había comido bien y se había aseado, se puso a dormir bajo un rayito de sol.
La gata de la vecina, que desde que llegó lo tenía controlado, al salir ésta con sus amigas, se puso en la baranda de la terraza dando paseos de acá para allá:
- ¡Miau, miau, miau! - muy melosa y éste al verla de un saltó se plantó en la terraza, y pasó lo que suele pasar entre enamorados, y al llegar se encontró con lo que había liado su gato.
La señorita Pancracia estaba dando voces:
- ¡Es un violador, es un violador!
Y el portero subió enseguida:
- ¡Qué le pasa, señorita Pancracia! No me diga usted que la han violado. ¿Ha sido Don Rogelio? ¡Pues qué valor ha tenido!
- ¡Grosero! No ha sido a mí a quién han violado. ¿Me va a violar a mí un gato? ¡Yo soy una mujer!
- ¿Y entonces?
- ¡A quien han violado ha sido a mi gata, que era virgen como yo!
- Ay señorita, usted sabe que es porque usted quiere, porque yo estoy dispuesto a sacrificarme.
- ¡Vete, vete de aquí ingrato, si no quieres que coja un cuchillo y te pague a cuchillazos!
Y Rogelio pensó: "Me estoy divirtiendo más que si me hubiera ido al teatro"
- ¡Venga Lorenzo!, ya has cumplido como un macho así es que toca retirada. ¡Vamos, tira pa'lante!
- No, no, Don Rogelio, esto tenemos usted y yo que arreglarlo.
- Y cómo, Doña Pancracia, ¿cómo quiere usted que lo arreglemos?
Y el portero dijo:
- Pues como va a ser Don Rogelio, como su gata y su gato.
Cuando vino la Raimunda y se enteró de todo lo que había pasado dijo:

- ¡Ay, que razón tenía mi madre con aquello de los hombres y los gatos!
FIN

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