Ir al contenido principal
EL GANADERO
Ay barrio de Santa Cruz, ay calle de Doña Elvira, donde yo lo conocí y desde el primer momento supe que era el amor de mi vida. Solo me dio un beso, un beso en la mejilla, me dijo hasta luego y se marchó.
Y pasaron las horas, y pasaron los días, y han pasado dos años sin que dé señales de vida.
La guapa sevillana se consumía, mirando y mirando tras la celosía, y aquella mala vecina que la abuela no quería se pasaba el día cantando. Sin ninguna mala intención decía "a la lima y al limón tú no tienes quien te quiera, a la lima y al limón te vas a quedar soltera".¿
Fueron muchos mozos a rondarla junto a su cancela, pero ella a ninguno escuchaba, y la abuela un día le dijo:
- ¿Pero a qué esperas, mi alma? Al guiso si se deja mucho se le pasa el arroz, hija mía.
Un día llamaron a la puerta y todo su cuerpo se estremeció al oír aquella voz:
- ¿Quién es?
- Servidor.
- ¿Y puede decirme qué quiere, por favor?
- Vengo a cobrarme lo que me debes, mi amor.
Abrió la puerta y le dijo:
- ¿Y qué le debo yo a usted señor?
- Me debes un beso, que hace dos años te dejé y con él mi corazón.
- No me diga, ¿y ha estado dos años viviendo sin corazón?
- Menos guasa, muchachita, que hoy vengo a pedirte algo: ¿quieres casarte conmigo, sí o no?
Y ella al momento con mucha gracia le contestó:
- ¡Claro que quiero, malaje!, y además como dice mi abuela, antes de que se me pase el arroz.
La abuela que estaba sentadita en el portal y todo lo escuchó, al momento apareció en la puerta y le dijo:
- Pero niña, ¿qué haces que no le dices al muchacho que pase? ¿Vas a esperar a que te ponga el anillo ahí en la puerta?
- ¿Que anillo, abuela?
Y él metiéndose la mano en el bolsillo de su chaqueta sacó un paquetito y se lo entregó, y mientras ella le quitaba la envoltura él se volvió, como la abuela era tan pequeñita, la levantó en vilo y la abrazó, y le dijo:
- ¡Cuánto te voy a querer, abuela!
Esperanza Macarena después de abrir la caja miraba aquel diamante con los ojos muy abiertos, su brillo la dejó deslumbrada, y él le dijo:
- Este anillo, Macarena, de éste anillo hablaba tu abuela.
La abuela muy discreta en ese momento se retiró,y Mauro puso el anillo en su mano y en ése momento la besó, pero la abuela corriendo dijo:
- ¡Venga, venga! Dejaos de carantoñas y entrad para adentro.
Entraron en aquel salón pequeñito, pero decorado con tanto gusto y primor, que a Mauro le encantó. Encima de la mesa había una botella de champán francés y tres copas:
- ¡Anda, abuela!, me has comprado champán, francés y del mejor.
- Como que es lo que se merece mi nieta, todo lo mejor.
Al cogerlo dijo:
- ¡Pero si está frío!
- ¡Cómo no, hijo! Si lleva dos años metido en la nevera, y bien, ahora me vas a decir cuál es tu profesión, porque yo tengo que saber con qué cuentas para mantener a mi nieta.
Y él riéndose dijo:
- Abuela, soy ganadero.
- ¡Anda! ¿Eres torero?
- No, abuela, yo crío los toros y después los torean los toreros.
- Ahhh, pues mira, con lo que le gusta a mi nieta el entrecot de ternera y el solomillo, por lo menos eso no le va a faltar ¿verdad?
- No le va a faltar nada mientras viva, quiero casarme enseguida ¿sabe?
- Ah, por mí, esta tarde mismo me pateo toda Sevilla, para ver si encuentro el traje de novia más bonito y mejor para comprárselo a mi nieta.
- No, abuela, de eso ya me encargaré yo.
- Ah no, hijo, no, mi nieta el día de su boda llevará el vestido que le compre su abuela, como lo llevó el día que hizo la Primera Comunión.
***
- ¡Parezco un pavo real! - dijo Esperanza a su abuela, - con esta cola tan grande.
Solo llevaba una joya importante, una tiara preciosa de esmeraldas, rubíes y diamantes que Mauro le regaló, unos pendientitos de brillantes, la alianza y aquella sortija que le regaló el día que volvió, porque Mauro dijo que una belleza como la suya no había que adornarla con nada más. El velo era tan largo como la cola, ¡iba guapísima!
Se casaron ante la Macarena, como así lo quiso su abuela, y los padrinos fueron el padre de Mauro y Sebastiana, la abuela. Al salir de la iglesia les esperaba un fantástico coche descubierto para llevarlos al aeropuerto, seguidos de los autobuses y coches donde iban los invitados para coger todos un avión que los trasladaba a Valencia, a la finca que allí tenía el ganadero.
Todos fueron directamente del aeropuerto a aquella maravillosa casa rodeada de naranjos y limoneros, pero Mauro con su esposa se fue antes a visitar a la Virgen de los Desamparados, y allí le dio gracias por haber permitido que aquella mujer fuese tan solo para él, y allí mismo ella le preguntó:
- ¿Por qué, Mauro? ¿Por qué tardaste en volver dos años?
- Quería estar seguro de que solo me ibas a amar siempre a mí, algunos de los pretendientes que rondaron por tu reja, yo los mandé. Entre ellos fue mi hermano, mi chófer y mi administrador, y a pesar de que ellos eran más jóvenes y más guapos que yo a ninguno lo escuchaste.
- Más jóvenes puede, pero más guapos no.
Todos los invitados coincidieron en que jamás habían asistido a una boda igual. Sebastiana, la abuela, estuvo toda la noche bailando con el mayoral, y con mucha gracia le decía:
- ¡Ay, si yo tuviera cuarenta años menos! La que íbamos a liar tu y yo, mayoral.
Mauro le dijo que se quedase a vivir con ellos, y ella le dijo:
- No hijo no, a mí no me saca nadie de mi Sevilla ni de mi casa.
- Entonces, abuela, ¿tampoco vendrás cuando empiecen a venir los niños?
- ¡So malaje! ¿Tú crees que soy capaz de dejar en esos momentos a mi nieta sola? Pues claro que estaré a su lado.
Al llegar a Sevilla, lo primero que hizo fue cantar cerca de la reja de la vecina, con su bonita voz:
- ¡A la lima y al limón, yo ya he casado a mi nieta...! ¡A la lima y al limón, ella tiene quien la quiera, qué penita y que dolor, qué penita y que dolor la niña de mi vecina soltera se quedó, solterita se quedó, y a la lima y al limón!

FIN

Comentarios

Entradas populares de este blog

Castillo de Locubín

El Amor Verdadero

¡Qué gozada no tener que levantarme a las seis de la mañana como todo el año! M i trabajo lo tengo muy distante, pero ahora tengo un mes de va ca ciones y algunos descansos que la empresa me debía. Estaba lloviendo, ¡y c ó mo gusta el tintineo de la lluvia en los cristales estando calentita en la cama! Me quedé de nuevo dormida, y justo a las ocho y media de la mañana me despert aron unos golpecitos en el cristal de mi ventana, casi me asusté porque yo vivo en un sexto, y entonces vi que a l otro lado había una preciosa golondrina, era ella la quedaba golpecitos con su piquito . M e levanté creyendo que al abrir la ventana se marcharía, pero no fu e así, ella se posó en mi mano, entonces pensé "pobrecita , debe de tener frío", porque estaba empapada . La empecé a acariciar y así la tuve un buen rato, sus plumas eran muy suaves, no sé si las golondrinas lloran pera ella tenía sus ojos llenos de lágrimas, de momento empezó a piar y piar, abrió sus alas y se marc...