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EL INSOMNIO

Pobrecita mi vecina que se pasa toda la noche sin poder dormir... ¿Pobrecita, por qué? ¡Vosotros no sabéis lo que son para mi esas noches de divertidas! Rezo, oigo radio, veo televisión... Y después me salgo a mi terraza, la luna es tan grande y brillante que se ve casi mejor que de día.
La miro y ella me sonríe porque también está desvelada, tampoco duerme como yo.
En la calle hay un silencio absoluto, reina la paz y se vive con mucha tranquilidad y serenidad. Con el nuevo alumbrado que nos ha puesto el alcalde, se ve tan bonita la calle... Mis plantas brillan con el resplandor de la luna y corre una brisa muy muy agradable.
En esto que un trasnochador viene dando voces por la calle, a mi me dan ganas de decirle:
- Pero oye, ¿es que piensas que la calle es tuya?
Pero no le digo nada, y poco a poco se va apagando el eco de su voz.
Otra vez vuelve a reinar el silencio y la paz en nuestra calle, pero entonces viene un motorista con su moto, con el escape libre, y al pasar bajo mi terraza da una explosión que me atrona los oídos y entonces digo (que me perdone Dios):
- ¡Así revientes, malage!
Y detrás llegó una pareja en un coche descapotable, se pararon bajo mi terraza y empezaron a besarse. Entonces me fui a mi cocina, me hice una manzanilla y mientras se enfriaba me asomé a mi ventana, el patio estaba totalmente oscuro, porque la luna ya empezaba a retirarse.
¡Como silba el del segundo! ¡Cómo ronca el del tercero! ¡Y cómo le suenan los muelles a las camas del cuarto o del quinto.
Una bonita voz de un niño dijo:
- ¡Mamá, quiero agua, quiero agua!
Y la madre le dijo:
- ¡Calla hijo, no grites que despiertas a los vecinos!
- Pero es que quiero agua...
- Toma hijo, bebe y calla.
Creo que no le dió tiempo a la pobre señora a meterse de nuevo en la cama cuando se volvió a oir la voz del niño:
- ¡Mamá!, ¡Quiero hacer pipí, quiero hacer pipí!
Y entonces se oía a la madre decir:
- ¡Cochino!, que no solamente has mojado el pijama sino que has mojado hasta la cama.
Un pájaro loco que anda por las alturas se pasó piando toda la madrugada, despertó al perrito del vecino, y éste con muy mala uva empezó a ladrar con rabia y yo pensé "Ay pajarito, si el perrito te pillara no te quedaba ni una pluma ni en tu cuerpo ni en tus alas..."
Me tomé mi manzanilla y fui a meterme en la cama, una vecina madrugadora empezó a mover cacharros en la cocina y después puso la lavadora. ¡Ay, Dios mío! Que mal tendría que tener los cojinetes porque empezó a hacer un ruido horrible.
Y empezaba a quedarme dormida  tan a gusto en mi cama cuando un ¡raa raa!, me hizo que saltara en la cama, era las carruchas de mi vecina ¡Ay Señor, con lo poco que cuesta engrasarlas! Pero a lo mejor era como los arrieros dicen "Si a mi me gusta que suenen, ¿por qué tengo que engrasarlas?".
Vosotros no disfrutáis de estas noches tan divertidas por estar dormiditas en vuestras camas, ¡ánimo amigas mías! Tomad la vida con un poco de filosofía, que hasta la soledad es hermosa si se la trata con alegría, porque cuando no tienes nadie cerca, ella, la soledad, siempre te hace compañía.
FIN

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