Pasaba todos los días
bajo aquella ventana cuando iba o venía de la comisaría, y raro el día que no
oía cantar aquella voz tan potente, tan bonita y tan fina; se paraba unos
segundos a escucharla, y al día siguiente, otra vez igual, ¿es que estaba
siempre cantando esta chiquita?
Un día preguntó en
el bar de enfrente:
- ¿Quién vive ahí
en ésa casa?
Y el dueño del bar
le contestó:
- La solterona
Nicolasa, mire, aquella que sale ahora mismo por la puerta
- La mar, ¡que tía
más fea!- dijo el policía.
Y luego pensó
"¿Cómo es posible que salga una voz tan bonita de ésa mujer?"
La verdad es que
después de esto perdió interés y ya a penas se paraba cuando la oía cantar.
Un día estaba de
servicio cuando vio venir un coche a todo gas, le hizo un alto y lo paró:
- Vamos a ver, ¿a
dónde vas tan deprisa, niñita?
-¿Deprisa?, pero
señor Guardia, si yo iba normal.
- ¿Normal? Tenías
que ir a ochenta e ibas a ciento veinte, y encima ibas hablando.
- ¿Hablando con
quién? Si yo voy sola.
- Hablarías por el
móvil.
- Ni tengo móvil ni
radio ni ná.
- ¡Baja del coche! ¿o
es que te crees que te vas a burlar?
- Pues sí, como
usted quiera.
Y al bajarse dijo un poco así entre lenguas:
-¡Ay hijo!, como se
conoce que tienes que ser de Graná…
-¿¡Con que soy un
"mala follá", no!?
- ¡Yo no he dicho
eso señor Guardia! Eso lo está diciendo usted.
- Je je, me has
dicho que se conoce que soy de Graná.
- ¡Ay!, pero usted
no sabe que en Graná hay unos hombres guapísimos
- ¡Ha visto señor
Guardia, que no tengo móvil ni radio ni ná!
- ¿Pero entonces
con quién ibas hablando?
- No iba hablando,
iba cantando.
-¿Cantando?, habrá
que ver como cantas con esa cara de rata.
Y aunque esto él no
lo oyó sí que lo oyó el Sargento y estaba muerto de risa.
- ¿De qué se ríe,
mi Sargento?
- Pues de que la
niña ha dicho que si tiene cara de rata tú tienes cara de ratón.
- ¿Y hoy qué? No me
vas a decir que no sabes que ibas a excesiva velocidad.
- No señor, sí que
lo sé, pero es que usted no sabe lo nerviosa que voy.
- ¿Por qué? ¿A
dónde vas?
- Voy al hospital
que está mi madre ingresá.
- ¿Está tu madre
enferma?
- ¡Menuda
enfermedad!, la enfermedad de mi madre es la de todos los años, que todos los
años trae un nuevo churumbel al mundo, y ya somos diez.
- Buen semental es
tu padre.
- Pues sí señor,
mis hermanos y yo estamos pensando poner a mi madre en un pedestal, para así
poder evitar...ya lo sabe.
- ¡Pues anda, vete!
Vete a ver a tu madre.
- ¡Ay muchas
gracias señor policía, cuanto lo quiero Señor!
Este fin de semana
el poli libraba, no tenía ningún servicio, y estuvo todo el día ayudando a su
madre que estaba delicada, y por la noche dijo:
- Ea mamá, vamos a
ver los dos juntos ése programa que a ti tanto te gusta.
- “La Copla” se
llama, hijo. Venga, vamos a verlo los dos.
Y nada más poner la
televisión dijo:
- ¡Pero si es ella!
- ¿Ella? ¿Quién?
- Pues una chica
que he conocido, mamá.
- ¿Pues bien bonita
que es! Y si vieras como canta, ¿la has oído ya cantar?
- Siii.
Y empezó a cantar,
y era aquella voz que él escuchaba al pasar bajo la ventana:
- ¿Será posible?
Cuando terminó de
cantar todos los del jurado le dieron un diez, y él también llamó para votar
por ella.
Al día siguiente
bien temprano estaba bajo aquella ventana, esperando a que ella saliera, y
aguantó hasta que salió, se acercó y le dijo:
- ¿A dónde vas,
preciosidad?
- ¿Y a usted qué le
importa dónde voy yo? ¡Ay, ay, perdone! ¡Pero si es el Guardia!
- ¿Y quién creías
que era?
- No, como vas
vestío de hombre.
- Bueno, ¿dónde
vas?
- Pues voy a
comprar unas cuantas cosas a la tienda, ¿me acompañas?
- Cómo no, es a lo
que he venido, he venido a eso y a preguntarte si quieres venir hoy a comer
conmigo, que te invito.
- ¡Ay, eso sí que
no!
- No, ¿Por qué?
- Porque si mi papa
se entera de que salgo con un poli me mata…
- ¿Y eso por qué?
- So malage, ¿es que no te has dao cuenta
de que soy gitana?
- Bueno, pero quizás
a tu padre lo que no le gusta es el uniforme, pero hoy...
- Sí, hoy vas vestío de hombre
- Entonces qué, ¿aceptas
o no?
- Bueno mira, para
agradecerte que no me multas cuando me coges, voy a ir contigo a comer.
Y fueron los dos,
entonces durante la comida él le dijo:
- ¿Sabes que me he
enamorado de ti?
-¡Ay ay ay!, que ya
me estaba oliendo esto a mí mal, o sea que me has invitao para aprovecharte de mí
¿Qué te crees, que soy una buscona o algo así?
Intentó levantarse
y él la cogió de la mano y le dijo:
- ¡Quieta ahí! No
es lo que tú te imaginas, te estoy diciendo la verdad.
- Bueno, y yo te
digo que yo no puedo aceptar, así es que ahí te quedas.
Y se levantó y se fue.
Estuvo varios días
sin volver a verla "¡Qué raro, si antes pasaba todos los días por aquí por
esta carretera!". Entonces comprobó que daba la vuelta y se iba por otro
lado, pero también la cazó:
- ¡Ay Dios mío! ¿Pero
es que usted me persigue señor Guardia?
- ¡Pues claro que
te persigo!
- ¡Ah!, no lo
niega.
- No, porque tienes
que contestarme a lo que te pregunté.
- ¿Y qué me
preguntó?
- Te dije que
estaba enamorado de ti.
- ¿Y qué quiere que
le conteste?
- Pues hoy te iba a
preguntar otra cosa, ¿te quieres casar conmigo?
- ¡Pero si ya le
dije que no puede ser, que mi papa no
lo iba a permitir!
- Bueno, ¿es que tú
te vas a casar con el que elija tu papa?
- Eso es la ley de
los gitanos, como se ve que usted no la conoce.
- Bueno, pues
nosotros vamos aceptar otra ley, si es que yo a ti te gusto un poquito.
- No me gustas un
poquito, ¡me gustas mucho! Pero...
- No hay pero que
valga.
Y aquel mismo día
se fue a hablar con la madre que era la que partía el bacalao, y contra todo
pronóstico no puso objeción alguna.
La boda no sabían cómo
hacerla, porque, ¡cómo iba a llevar él a todos sus compañeros a estar con los
gitanos! Y los dos acordaron no celebrar nada para evitar que algo raro pudiera
pasar.
Se fueron al viaje
de novios, fue un viaje de novios muy bonito, y al regresar todos los
compañeros dieron una comida porque todos lo querían mucho, y allí pues ya
invitaron a los padres y a los hermanos.
Un día Ernesto, el Guardia,
le dijo:
- ¿Te importaría
mucho que nos fuéramos a otro sitio? ¿O no quieres separarte de tus padres?
- ¡Para nada! A mí
me encantaría, porque comprendo que tú no estés a gusto porque la poli no hace
mucha liga con los gitanos.
- Gracias amor mío,
porque aquí traigo ya firmado el traslado.
- ¿A dónde?
- Nos vamos a
Zaragoza, bonita ciudad, allí con la Virgen del Pilar.
- Ernesto, dice mi mama que tiene que hablar contigo.
- ¿Por qué? ¿He
hecho algo mal?
- Pues no me lo ha
dicho, pero quiere hablar contigo a solas, sin que yo esté presente, algo malo
tiene que ser.
Y aquella tarde se
presentó en casa de la gitana madre y dijo:
- Dígame, ¿qué es
lo que quiere hablar conmigo?
- Pues mira,
Custody no es gitana.
- ¿Quéeee?
- No, no es hija
nuestra, el padre de Custody tenía una amante que era una artista muy famosa, y
ésta después de tener la niña lo traicionó, entonces él le quitó la niña y nos
la dio a nosotros, nos pagó una gran cantidad, y después dijo que también
estaría dándonos una cantidad todos los meses hasta que la niña fuera mayor de
edad. No hemos podido decirle nada porque os habéis casado antes, pero ya que
os vais a Zaragoza yo he querido que lo sepas.
- Y la niña lleva
vuestros apellidos.
- So malage, ¿qué querías, que le
pusiéramos lo de su padre? La cosa era que nadie supiera dónde estaba para que
su madre nunca la encontrara. Mira, en un Notaría de Barcelona - tengo apuntado
por ahí el nombre - en una caja fuerte, ahí está toda la documentación que
acredita quién es el padre de la niña, la llave la tengo yo, así que yo ya te
la entrego, y allá tú con tu mujer.
Cuando éste volvió
ella lo estaba esperando ansiosamente, entonces él se lo contó todo con pelos y
señales, y ella dijo:
- Pues yo no quiero
a ésos, yo ya tengo a mis padres, que son los que me han criado y me han
educado.
- Bueno, ya
hablaremos de eso más adelante.
- ¡No hay nada que
hablar!, te estoy diciendo que no quiero nada de ellos, porque ellos siendo
niña me abandonaron.
- Mira, tu madre me
ha dado ésta llave, así que tenemos que ir a por la caja y ver lo que hay
dentro.
- ¡Pero si la
cadena es de oro! ¿Y la llave también? ¡Mira cómo se las gasta ésta gente!
Y fueron a
Barcelona en busca de la caja.
El padre era un
empresario que había juntado una auténtica fortuna, y a ella la nombraba su
única heredera, también había una carta muy extensa en la que le explicaba por
qué la había apartado de aquella mujer que siempre había sido una mala madre.
El alzhéimer había
empezado a hacer peso en él, y antes de que perdiera la conciencia dejó muy
claro que quería que fuera esta niña la que se encargara de todo lo relacionado
con él, sin pronunciar para nada que fuera su hija.
Ernesto presentó su
dimisión y se hizo cargo de tantas empresas y negocios como había heredado su
mujer, se marcharon a Barcelona, y ella iba todos los días a la Residencia
donde estaba su padre. Quiso llevárselo a su casa, pero el médico dijo que no
era conveniente dada lo avanzaba que estaba ya la enfermedad.
Las monjas, incluso
los médicos, no daban explicación a lo que estaba pasando. Aquel hombre que
hacía años que no sonreía y no prestaba atención a nada, era ver a aquella
joven señora tan bonita y tan elegante, y su rostro se iluminaba.
Pasaba largas horas
con él, hasta que su esposo venía a buscarla, una vez terminaba de organizar
tantos negocios como estaba llevando hacia adelante.
Una noche, las
monjas la llamaron:
- Don Alejo está
muy grave, los médicos dicen que se acerca el final.
Y ella fue corriendo
con su marido junto a su padre.
Después del
entierro, las monjas le entregaron sus pertenencias; había una maleta cerrada
que nadie podía abrir porque estaba cerrada con clave, pero por algo Ernesto,
que era policía, recordó que en la llave había un número, ¿no podía ser esta la
clave?... ¡Y así fue!
En la maleta solo
había fotografías de ella cuando era una bebé, en todas tenía la fecha de los
años que cumplía, y así fue cumpliendo años, estaba la fotografía de su Primera
Comunión, de su Confirmación, de su Graduación cuando acabó el Bachiller, de la
primera vez que cantó en televisión, y las ultimas las de su boda.
También había una
carta en la que le decía:
"Nunca te
olvidé, hija mía, y si prescindí de tenerte a mi lado era porque no quería que
ésa mujer a ti también te hiciera tanto daño como me hizo a mi"
Custody quiso
llevarse a sus padres a Barcelona, pero la madre le confesó:
- No, hija,
nosotros no podemos asomarnos por ahí, cuando vivíamos allí hubo una riña muy
grande.
- ¿Lo mató papá?
- No, hija no, pero
sí le culparon; los gitanos catalanes lo amenazaron de muerte y dijeron que si algún
día volviéramos por allí nos matarían a todos, a tu padre y a toda su
descendencia, ahora mi vida tienes que cambiarte los apellidos para que no te
relacionen, porque si no lo pasarás mal. Tú para nosotros siempre serás nuestra
niña y nosotros para ti tus padres.
Todos los años iban
a Sevilla en Semana Santa para ir en la procesión de "El Cachorro", y
en feria para bailar sevillanas, y un día el padre, Pancracio, le dijo:
- No sé, poli, si
hice bien en permitir que se casara contigo mi hija.
- Hombre, ¿por qué?
¿Qué quejas tienes de mí?
- Pues te lo voy a
decir, si mi niña se hubiera casado con un gitano, ya habría parío por lo menos dos veces, y tu ná de ná, ¿es que no vales?
- Pancracio,
Pancracio, tranquilo que si valgo, lo que pasa es que nosotros los payos
miramos más que vosotros por nuestras mujeres, mi mujer es una niña.
- ¿Una niña con
veintidós años?
- Sí, Pancracio,
una niña, y yo no puede permitir empezar a destrozar el cuerpo de mi esposa
hasta que pasen algunos años más.
- Pues la mía con
catorce años ya tenía la primera niña.
Y Custody pidió a
su marido que la dejara seguir cantando porque eso era lo que le había gustado
siempre desde que era muy niña, y él que no podía negarle nada, le dijo:
- Canta todo lo que
quieras, vida mía.
- Pues lo primero
que quiero es cantarte a ti, ahora verás.
Y se puso a
cantarle y a bailarle, y él se quedó embobado mirándola y recordó cómo le
gustaba cuando la oía bajo su ventana.
FIN
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