Ir al contenido principal

UN SUEÑO

UN SUEÑO

Terminaba de tomarme el café que suelo tomarme todos los días después de la comida, estaba bastante aburrida, cuando cogí el mando de la televisión y no había nada que me gustara, entonces me dije: "¡Me voy a ir de excursión, voy a llegar hasta el final a ver que hay en las últimas cadenas!"
Y créanme, llegue casi hasta la Antártida, pero antes de llegar allí pues encontré un programa que me gustó bastante.
Estaban hablando del cerebro, con sus ictus, sus derrames cerebrales... Y después siguieron con los ojos: tensión ocular, glaucoma y otros, así fueron bajando hasta llegar al aparato digestivo. Lo revisaron todo, y al fin terminaron hablando de lo bueno que es el dormir, tanto que para la piel es el mejor cosmético que existe y el más barato, y yo me dije: "¡Y qué hago yo aquí, ahora mismo me voy a dormir la siesta hoy que es domingo y no espero a nadie!"
Me fui y me acosté y me quedé dormida enseguida, cosa que es muy rara en mí, y entonces empecé a soñar...
Iba de viaje en el coche con mi hermana Patri, era ella la que conducía porque en la realidad ella tiene carnet, yo no... Pero la que tenía que ir pendiente de todas las señales era yo:
- ¡No adelantes que viene uno de frente! Curva y contra curva, ahora sí podemos adelantar que tenemos preferencia... ¡Ten cuidado que es paso de animales!
Así todo el camino y de momento dije:
- ¡Vaya, gracias a Dios que ya no hay curvas!
Porque había una extensión grandísima, pero ¡qué horror! De pronto la carretera se terminó y a los tres nos tragó un socabón muy grande, y entonces dijo mi hermana:
- ¡Uy! Ahora me está dando un sueño... Vaya por Dios lo que faltaba, es que llevo tanto tiempo sin conducir...
Y de pronto mi hermana dio un grito muy grande y se volvió a mí para abrazarme y yo le decía:
- ¡No te asustes, no te asustes que no pasa nada!
Pero la verdad era que la que estaba asustada era yo, porque oía como bajábamos y bajábamos y el coche rozaba a un lado y a otro, y al final, con un golpe seco se paró:
-¡Ay Dios mio! ¿Dónde estaremos?
- Pues no sé, hija, ¿sabes nadar?
- Yo no, ¿y tú?
- Yo tampoco.
- ¿Por qué?
- Pues porque es muy posible que cuando abramos las puertas nos encontremos que estamos bajo el agua.
- ¡Qué horror!
Intentamos abrir las puertas y no era posible, estaban todas tapadas con mucho barro y fango, y entonces llorando ella me decía:
- ¡Vamos a morir! ¡Ésta va a ser nuestra sepultura!
Y ya con mucho genio le dije:
- ¡Te quieres callar! ¡En vez de gastar tus fuerzas en decir tonterías ayúdame a abrir la puerta!

Y al fin lo conseguimos, pero qué distinto es lo que nos encontramos a lo que nos esperábamos, ¡hacia un día espléndido! Un sol que cegaba después de tanta oscuridad; aquello parecía el Paraíso Terrenal, unos árboles altísimos muy frondosos, toda clase de flores, pajaritos muy diminutos pero que cantaban como ruiseñores, no había edificio alguno, las cosas estaban todas hechas con plantas, ramas de árboles, pero unas construcciones maravillosas, y las calles o veredas o caminos o lo que fueran, estaban todas cubiertas de un manto muy fino de césped muy buen cuidado y muy verde. Entonces dije:
- Bueno, pues vamos a darnos un paseo a ver qué vemos por aquí.
- ¡No te da miedo entrar por ahí?¿No piensas que ésto pueda estar embrujado'
Y yo dije:
- ¡Anda, anda niña, si las brujas no existen!
Empezamos a andar y entramos es una nave muy grande, muy bien arreglada. Había una mesa grandísima de una madera muy bonita, en la cabecera había una especie de trono y el sillón todo cubierto de rosas y otras plantas blancas, los asientos de alrededor eran unos sillones más sencillos y también todos tapizados con flores. Aquello parecía una sala de Juntas o reuniones, salimos y a continuación había un comedor; la mesa era redonda, había muchas ventanas y entraba mucha luz, las cortinas estaban hechas de plantas colgantes, yedras... muy bonito todo.
Parecía que estaba la mesa puesta pero no había platos, los platos eran hojas que parecían de parra, toda la comida que había en la mesa eran frutas, pero unas frutas primorosas, las naranjas y manzanas eran poco mas grandes que las cerezas, los plátanos eran como los dedos de mi hermana porque yo los tengo mas largos y las cerezas como guisantes. Había almendras, nueces...¡bueno allí había de todo!, y mi hermana me dijo:
- ¡No vayas a comer de nada!
- Pero... ¿Por qué no?
- Porque tú qué sabes si están envenenados.
- Vale, vale, no comeré.
Pero al fondo había una fuente sobre la que caía un agua cristalina y de pronto me dio mucha sed, pero mi hermana me dijo:
- ¡No bebas, no bebas!
-Pero tú qué quieres, ¿que nos quedemos aquí muertas de hambre y de sed? Pues yo si voy a beber agua, ¿no ves lo cristalina que ésta?
¡Estaba buenísima el agua!, y además me lavé toda la cara, y le dije:
- ¡Ven! Bebe agua y verás que bien te sienta.
Y con mis manos le di.
Y seguimos adelante, ya llegamos a la zona de los dormitorios, las camas eran iguales, todas hechas de plantas, no había ni sábanas, ni colchas, no había nada, había camas de matrimonio a la izquierda y a la derecha camas pequeñas.
Al final había una sala que parecía un teatro con su escenario y todo, pero los instrumentos eran pequeñitos pequeñitos, parecían como de juguete.
De repente vimos que nuestras maletas estaban a la entrada de dos de los dormitorios de camas grandes:
- ¡Anda, pues mira, si ya tenemos nuestro sitio para dormir!¿Cuál de las dos habitaciones quieres?
- ¿No pensarás que voy a dormir yo sola, no?
- ¿Entonces que tenemos, que dormir las dos juntitas?
- Pues claro.
Y así dormimos, mi hermana toda la noche apretándome con sus manos mi brazo porque creía que me iba a escapar, y luego tuvo una especie de pesadilla diciendo:
- ¡No te vayas, Custodia, no te vayas! No me dejes sola que yo no soy tan valiente como tú, que yo tengo mucho miedo.
Y yo también tenía miedo, porque no sabia dónde estábamos y qué iba a ser de nosotras, hasta llegué a pensar: "¿No será que nos hemos muerto y estamos en el otro mundo?"
Al día siguiente fuimos a donde dejamos el coche, allí ya no había nada, había desaparecido:
- ¿Por qué lloras?- me dijo mi hermana
- Pues porque me he acordado de mis hijos y mis nietas, ¿qué estarán pensando?, creerán que estamos muertas. Muertas y enterradas porque quizá sea éso lo que nos haya pasado.
Las dos nos abrazamos llorando con mucha pena, y entonces oimos una voz de un señor que decía:
- Vamos a ver señoras, ¿qué os pasa, por qué lloráis?
Bueno, las dos nos volvimos corriendo y al mirar eran cuatro seres diminutos, cuatro enanos. Contesté lo primero que se vino a mis labios:
- ¡Vaya, menos mal que hacéis acto de presencia! Porque creíamos que eráis invisibles o que aquí solo había plantas y árboles.
- Pues ya veis que no, que aunque pequeños estamos vivitos y coleando.
Nos contaron que allí la temperatura era igual siempre de agradable, que ellos creían que existía otro mundo, pero que nunca lo habían visto, ni a sus habitantes, solo comían los frutos que daba la tierra que labraban ellos, y los árboles. No conocían enfermedades y vivían años y años, por ejemplo, el Berenjeno tenia ya ciento cincuenta años, que era el jefe de todos ellos.
La Rabanilla y el Habichuelo bailaban y cantaban como los ángeles, eran muy cultos, todos sabían leer y escribir y tocar algún instrumento. Usaban una especie de túnicas muy bonitas y muy bien confeccionadas, diseñadas por el Almendruco.
No había animal alguno, excepto gusanos de seda que ellos mismos con esa seda que daban los gusanos, cosían las hojas una vez que ya las tenían tratadas, y hacían verdaderas virguerías, incluso ya para nosotras.
Los gusanos y aquellos pajaritos diminutos tan pequeños como eran ¡pero cómo alegraban el ambiente porque no paraban de cantar ni de noche ni de día!
A mi hermana y a mi nos parecía que no nos habían enseñado todo lo que allí tenían y que no querían que viéramos más, pero yo me di cuenta de las horas que ellos tenían de descanso, se iban a descansar o a meditar, y entonces yo dije:
- Vamos a aprovechar nosotras y vamos a investigar.
A mi hermana no le gustaba porque seguía con sus miedos, pero precisamente por eso, porque le daba miedo, no se quedaba sola y me acompañaba, así descubrimos que tenían una biblioteca que era algo inconcebible, allí escondida.
Había libros de todas clases, en mayor número pequeñines pequeñines, y al mirar sus autores comprobé que casi todos estaban escritos por el Berenjeno, todos escritos a mano con una caligrafía maravillosa.
Comer si que comíamos todos juntos, pero dormir... Nosotras no sabíamos donde dormían ellos, ni sabíamos donde estaban sus dormitorios, bueno para mi estupendo, porque así cuando se retiraban me dedicaba a leer horas y horas aquellos libros que a escondidas me traía de la biblioteca. Mientras yo leía mi hermana rezaba.
Yo intuía que en alguno de aquellos libros tenia que estar la clave para poder salir de allí, de aquel Paraíso donde no había sufrimientos; se nos habían quitado todos los dolores y todas las molestias, no hacia calor ni frió, pero yo prefería el calor de Andalucía y el aire ése huracanado de Jaén, la lluvia, el frío... Al lado de mi familia.

La clave: esta palabra me martilleaba las sienes de vez en cuando, y yo me decía: "¿Por que, por qué ésta palabra me tiene así?", y al final supe porque se debía.
Mi hermana también poco a poco se iba aficionando a mirar aquellos libros tan pequeñitos, porque no sabíamos leerlos, estaban escritos en un idioma que ni ella ni yo conseguíamos descifrar.
Como todos los días fuimos a la Biblioteca, allí estaba o ojeando un libro, otro... Y de pronto me dijo mi hermana:
- Mira, niña, que virgueria.
Era la cosa mas bonita que se puedan ustedes imaginar en libro, del tamaño de una cajita de cerillas antigua, parecía que era de plata las pastas, las hojas todo...y por volver a mirar el libro enganché con el puño de mi camisa un montón de libros y los tiré al suelo:
- ¡Vaya estropicio que has armado!
Pero entonces vi que al final de todos aquellos libros había una especie de Sagrario, como si allí hubiese una reliquia. Entonces abrí aquella puertecita y lo que encontré allí era un verdadero tesoro, ¡era un libro!, las pastas eran de oro y marfil, las hojas todos los filos de oro y escrito todo a mano en letra gótica, y los dibujos que había igual.
¡Qué vista y qué pulso debían de tener!, porque todo era tan pequeñito. Y nosotras ¡qué alegría!, como se  nos había arreglado todos los problemas que teníamos de la vista porque también los podíamos leer, solo que no los entendíamos.
Iba pasando las hojas contemplando aquellos bonitos dibujos cuando casi a mitad del libro solamente había una palabra escrita: LA CLAVE.
-La clave- repetí.
Y pasé las yemas de mis dedos por la palabra como acariciándola...¡qué horror! Empezó la tierra a temblar los árboles a caerse, los libros saltaron por los aires y a caerse al suelo...Bueno...Mi hermana y yo nos abrazamos asustadas:
- ¿Pero ésto qué es?
Salimos fuera de la biblioteca, cuando ya casi no quedaba nada en pie, vimos como se abrían grietas en la tierra y como caían todos los dormitorios, comedores...en fin...todo lo que había levantado en aquel sitio maravilloso, entonces, vimos venir al Berenjeno con todos los liliputienses suyos detrás, que había muchos más de los que nosotras conocimos. Venía con una mala uva que se la pisaba y me dijo:
- ¿Pero qué has hecho, desgraciada? ¡No te has podido quedar quieta! ¿Con qué permiso habéis entrado ahí? ¡Trae ese libro!.
Me pegó un tirón, me lo quitó y se volvió, se puso en medio de todos sus pequeños personajes y alzando el libro pronunció unas palabras que no entendimos, y entonces vimos como se abrió la tierra y se los tragó como aquel día nos tragó al coche a mi hermana y a mi. y entonces el aire nos arrastró a nosotras con tanta fuerza que creíamos que nos íbamos a matar con aquellos golpes que dábamos, yo le dije:
- ¡No te separes ni un segundo de mí, agárrate fuerte!
Y así estuvimos hasta pasar mucho tiempo, hasta que aparecimos en una carretera desconocida por nosotras, en plena noche, semidesnudas y descalzas:
- ¿Que sitio será éste?¿Dónde estaremos? Vamos a morir aquí de frío y de hambre.
- Tengamos fe en Dios hermana, esperemos que alguien venga a ayudarnos...¡Mira, mira, alguien viene por allí!
Venía un carro con una mula, y montada venia alguien que enseguida vimos que era una mujer, al acercarse a nosotras nos dijo:
- ¿Que hacéis aquí par de "pérbolas"?
- ¿Qué nos ha dicho?
- Pues no sé, nada bueno por supuesto, pero como no lo hemos entendido no nos podemos ofender... Pues mire señora es que aquí nos ha arrastrado el aire...
- ¿Señora? Pero ¿tú te has fijado en mí para llamarme señora? ¿Nos puede usted llevar?
- ¿Y a dónde vais?
- Pues a donde usted nos lleve, si nosotras no sabemos ni siquiera donde estamos...
- Anda, bueno subid y echaos ésa manta porque aquí en Galicia las madrugadas son muy frías, y a ver si os vais a morir de frio de verdad.
¿Galicia?, o sea estábamos en Galicia, y nosotras habíamos desaparecido en Andalucía. Le dije a mi hermana que sacara todo el dinero del bolso y me lo diera, y ella me dijo:
- ¿Y por qué te lo tengo que dar a ti? ¿Por que no lo puedo llevar yo?
- Haz lo que te digo, dámelo.
Lo sacó refunfuñando y me lo guardé entre la ropa, la vieja me miró y dijo:
- ¿Se puede saber qué es lo que vais cuchicheando?
- No, nada, mire... Es que mi hermana dice que tiene mucho frío.
- Anda, toma, echa un trago de ésto y verás como se te quita.
Y mi hermana dijo:
- ¿Yo?
- Si, echa un trago.
Y yo eché otro también, aquello lo que hizo fue quemarnos las tripas.
Clareaba el día cuando llegamos a una especie de posada antigua donde antiguamente paraban los arrieros y dijo:
- Bueno ya hemos llegado, abajo.
Llamó a la puerta y la que salió a abrir...¡Ésa sí que parecía una bruja enteramente! Aquellos pelos tiesos no se los había peinado en su vida, o por lo menos hacia muchos años. Ésta le dijo:
- Mira lo que te traigo.
- ¿Y que me las traes hasta desnudas?
La del carro se marchó y allí nos quedamos, entonces salió el posadero y dijo:
- ¡Tendréis con que pagarnos para quedaros aquí ¿no?!
Mi hermana iba a decir que sí, pero con un gesto mío se calló. Entonces dije:
- Pues no, no tenemos con que pagarle, ¿no ve que nos han quitado hasta la ropa y los zapatos?
Dándole un tirón del bolso a mi hermana dijo:
- A ver lo que llevas aquí, lo puso boca abajo encima de la mesa y cuando vio que allí solo había un espejo, una barra de labios y un par de pañuelos, dijo:
- ¿Todo ésto es lo que tenéis?
- Pues sí señor, es que lo demás nos lo han quitado todo, por favor, ¿aquí no habría un taxi que pudiéramos nosotras coger para llevarnos...?
- ¿Llevaros? ¿A dónde ?
- A Santiago- dije lo primero que se me ocurrió.
- Uy, pero éso vale mucho dinero, ¡Miguelón!
Salió éste de allí de un cuartucho abrochándose los pantalones, y detrás de él una mujer que daba también, no sé si asco o miedo verla, cuando le dijimos que queríamos que nos llevara a Santiago dijo:
- Éso vale mucho dinero.
- Pues no tienen ni una perra, ¿como no quieras cobrarte de otra manera?
- No mire, mi hermana es Marquesa, por éso nos han asaltado, para quitarnos todo las joyas, el dinero, las ropas...Pero cuando lleguemos a Santiago le pagaremos todo lo que nos pida.
- Bueno, pues vamos.
Y nos llevó en un coche viejo, sucio y destartalado, también había una manta, pero ésta estaba mas nueva y mas limpia, y nos dijo:
- Echaros la manta porque hace mucho frío.
- ¿Otra manta? Vamos a llegar llenas de piojos y de todo.
- Pues sabes qué te digo, que yo prefiero llegar llena de piojos a llegar muerta, así que yo me abrigo.
Y ella también se pegó a mí.
Nos dejó en la Plaza del Obradoiro, y le preguntamos:
- ¿Cuanto le debemos?
Y nos dijo:
- Qué menos que quinientas pesetas ¿no?, porque el camino ha sido largo.
Saqué un billete de mil y se los dí.
- Brujas, anda que bien me habéis engañado, pero si me llego a dar cuenta antes de que tenéis dinero...
- Pues vete cuanto antes porque si no llamo a la Guardia Civil
Fue oír éste nombre y montarse en el coche y salir pitando.
- ¿Y ahora qué hacemos?¿Qué hacemos aquí solas?
Dijimos las dos al mismo tiempo. Pero en ése momento se paró ante nosotras un coche y de él salió un Sacerdote:
- ¡Que os pasa niñas! ¿Qué hacéis aquí?
- Pues mire que nos han engañado.
- Anda bueno, subiros al coche que os voy a llevar porque os vais a morir de frío.
El viejo Sacerdote sacó un móvil de su bolsillo, y yo lo único que entendí fue: Hospital, y al Hospital nos llevó, y dijo a una monjita al llegar:
- Ponerles una bañera de agua bien caliente porque vienen congeladas.
- Pero Padre...
- ¡Ya hablaremos después, yo voy con la Policía y nos enteraremos de todo lo que haya pasado!
No sé lo que sentí yo en mi cuerpo al meterme en aquella agua tan limpia y tan caliente, y con aquel gel que olía a Gloria. Me encontré tan relajada y tan a gusto y tan bien que me quedé dormida, y entonces sentí que alguien me tocaba en la frente y me decía:
- Despierta. dormilona.
- Ay, perdone Madre, perdone que me haya quedado dormida.
- ¿Madre?, ¿Pero que dices, mamá, qué te pasa?
Di un salto dentro del agua y me volví a sentar y dije:
- Ay hija, si yo te contara todo lo que ha pasado ésta noche.
- Mamá, será que has soñado ¿no?
- No lo sé hija, no sé si todo ha sido un sueño o hay algo de realidad.
- Bueno anda, levántate que vamos a desayunar y después me lo contarás.
Acababa de contárselo todo con pelos y señales cuando llegó mi hijo y me dijo:
- Mamá, mamá, ¿dónde estás?
- Aquí hijo.
- Mira que cosa tan bonita te traigo.
- ¿Qué es?
Me traía... Me quedé hasta sin habla, porque lo que me traía era uno de los pajaritos que había allí en aquel sitio donde yo acababa de estar:
- ¿Donde lo has encontrado hijo, quién te lo ha dado?
- Pues ahí abajo en la puerta, el pobre está muerto de frío, ¡es tan chiquitín!
Hice una especie de nido con mi mano y allí se acurrucó, me miraba con aquellos ojitos tan pequeñines muy fijamente, parecía como si quisiera decirme algo, y mi hijo dijo:
- Bueno, ahora vemos a ver que traía enganchado de una pata ésta bolsita, algo muy liado muy liado, a ver qué es.
Lo que traía era una fotografía de mi hermana y mía sentadas en el césped con todos los enanos alrededor.
- Tendremos que comprarle una jaula pequeñita que vaya bien con su tamaño.
- No, hijo, no, este pájaro no se puede encerrar en una jaula, hay que dejarlo que vuele a donde quiera, por todas partes aquí dentro de casa.
- Pero... ¿Qué pasa con este pájaro, mamá?
- Ahora después que te lo cuente tu hermana, porque yo no tengo ganas de volverlo a contar otra vez.
Y mirándola dije mentalmente:
"¡Ésto qué es! ¿Un sueño, un relato, un cuento o un misterio? ¿Habrá alguna vez alguien que pueda descifrarlo?"

Comentarios

Entradas populares de este blog

El Amor Verdadero

¡Qué gozada no tener que levantarme a las seis de la mañana como todo el año! M i trabajo lo tengo muy distante, pero ahora tengo un mes de va ca ciones y algunos descansos que la empresa me debía. Estaba lloviendo, ¡y c ó mo gusta el tintineo de la lluvia en los cristales estando calentita en la cama! Me quedé de nuevo dormida, y justo a las ocho y media de la mañana me despert aron unos golpecitos en el cristal de mi ventana, casi me asusté porque yo vivo en un sexto, y entonces vi que a l otro lado había una preciosa golondrina, era ella la quedaba golpecitos con su piquito . M e levanté creyendo que al abrir la ventana se marcharía, pero no fu e así, ella se posó en mi mano, entonces pensé "pobrecita , debe de tener frío", porque estaba empapada . La empecé a acariciar y así la tuve un buen rato, sus plumas eran muy suaves, no sé si las golondrinas lloran pera ella tenía sus ojos llenos de lágrimas, de momento empezó a piar y piar, abrió sus alas y se marc...
EL GUARDIAN DEL FARO El guardián del faro era un hombre muy triste. No hablaba con nadie; cuando todas las semanas iba al pueblo a comprar todo lo necesario, no sonreía, todo el mundo pensaba "¿Qué le habrá pasado a este hombre para estar tan triste?". Se había casado con aquella niña que tanto quiso, fue su novia de toda la vida... Llevaban tan solo dos años casados cuando ella se fugó con un marino y lo dejó con aquella niña tan pequeña. Fue tan grande su humillación y su decepción que pensó en quitarse la vida, pero cuando aquella niñita que ya había aprendido a decir papá con solo un añito le echaba los bracitos y le tocaba la cara, pensó: "Que sería de mi niña si yo le faltara". Y se dedicó a ella por completo, la crió con toda clase de mimos y atenciones; cuando la niña empezó a crecer, como era un manitas, le hacía muchos juguetes de madera y muñecas de trapo y le contaba muchos cuentos. Cuando la niña fue un poco mayor también la llevaba todas las s...