POBRE LOLITA, aún no había cumplido los 10 años cuando su madre se escudaba en que el jornal de su padre no les alcanza, la colocó de niñera. Luego tuvo pocos años más y la mandaba al rebusco de aceituna, a buscar espigas y otras cosas más, lo que hubiera según la época.
Pues recogiendo aceituna, conoció a Orlando un estupendo muchacho que era tan pobre como ella y además, muy guapo. Iniciaron una relación y como eran tan jóvenes, quizá por escapar de sus casas se casaron.
La madre de Lolita, que era una verdadera arpía dijo que ni hablar, que no se casaba o quien por lo menos ella no le iba a dar nada. y ojo, que el jornal que estaba ganando se lo tenía que entregar íntegramente a ella.
A pesar de todo ellos se casaron. La madre le dio a Lolita una sartén, un cazo y una olla, dos cubiertos y cuatro platos. La cama, el colchón, una mesa y cuatro silla lo compraron ellos para pagarlo a plazos con lo que fueran ganando. En las cámaras de la casa les dejó un pedazo y los dos pobres se instalaron. La abuela le dijo:
- Angustias, ¿no les vas a comprar ni siquiera una manta a estas criaturas?
- Madre, que estamos entrando ya en el verano, ¿para qué querrán ellos una manta?
- Bueno hija, pero después vendrá el invierno.
- Pues que ganen ellos y se la compren.
Ellos eran jóvenes y se amaban de verdad. Lo lita pronto quedó en estado. Su madre montó en cólera y decía:
- Qué prisa te has dado en dejar a mi hija embarazada, ya te podrías haber esperado un poco y haber juntado un dinerico.
El pobre chico ni siquiera le contestó. Esa misma noche Lolita le dijo:
- Orlando, tenemos que irnos de aquí. Si seguimos con mi madre terminaremos separados.
- ¿Y a dónde Lolita? Tu ahora en tu estado no podrás trabajar y con el jornal que yo gano....
- A donde sea. A donde sea nos tenemos que ir, aunque sea debajo de un puente.
Se fueron a una casita de leñadores que al enterarse en la situación en la que se encontraban se la cedieron sin cobrarles nada por el alquiler. La madre al despedirlos les dijo que ya verían cuando volvería, porque acabarían haciéndolo. Pero se equivocaba. Ellos no pensaban volver para ser sus esclavos.
Pasaron unos meses y Lolita tuvo gemelos.
- Hay que ver, con lo pobres que somos y con dos niños.
- No te preocupes cariño, que ya verás como salimos adelante. Vamos a comprar una gallinita y criaremos pollitos que venderemos. También le voy a decir a mi padre si me compra una cabra para tener leche y darle a los gemelos.
La gallinita puso muchos huevos, y con el dinero que sacaban de la venta, compraban ropita para los gemelos. La cabra tuvo un cabritillo, que vendieron y cogieron bastante dinero. Se iban defendiendo bastante bien. En aquella casa reinaba la felicidad.
El jornal ya no era tan pequeño y entonces ella, que sabía muy bien coser, cosía y planchaba la ropa de la señora y a veces iba a limpiar.
Los gemelos, Joselito y Manolín, eran hermosísimos y se criaba sin ponerse malitos, dormían y comían bien. Eran dos soles aquellos niños. Lolita se quedó de nuevo en estado. Madre mía, qué hacemos ahora. Otra vez a criar niños pequeños cuando los otros tenían sólo dos años.
Y nació una niña, una niña preciosa. La señora fue a verla, y al ver que no tenían muebles y tan solo una cama les compró unas camitas para los niños, ropa, un sofá y butacas. En fin que arregló la casa y la puso muy bonita. Dijo a Lolita:
- ¿Sabes qué? de esta niña voy a ser yo la madrina.
- Como usted quiera.
- Y le voy a poner mi nombre. Yo me llamo Paloma, y ella será Palomita.
Habían pasado los años. Los gemelos eran muy inteligentes y muy trabajadores. La señora les costeó estudios y sacaban unas notas maravillosas. Palomita estaba siempre pegadita a su madrina. Ella le enseñaba a rezar, a bordar... le decía que cuando fuera un poco mayor la enseñaría a tocar el piano, que sería una verdadera señorita.
Los gemelos terminaron el bachiller. La señora decía:
- ¿ Qué queréis estudiar? que yo os lo costearé todo.
- Señora, queremos ser policías. Los dos. Policía secreta
Estudiaron y salieron siendo unos magníficos policías.
Cuando eran pequeños que la madre les ponía a los dos diferentes colores, y nombres en los baberos. Pero ellos se los cambiaban y nunca se podía averiguar quién era quién. En la academia hacían igual. Se reían de todo el mundo, de los profesores, de los compañeros, de los amigos...porque eran idénticos. Y era casi imposible averiguar quién era cada uno. Hasta los lunares los tenían iguales.
Fueron destinados a Cádiz y con los Gaditanos algunas armaron.
Un día había una pelea de gitanos gaditanos. Fueron los dos hermanos. Primero uno intentó separarlos, pero seguía a navajazos. Entonces dijo:
- Vosotros seguid así, que voy a llamar al cielo para que manden del infierno otro compañero.
Apareció el hermano, y los gitanos, asustados, tiraron las navajas y salieron corriendo porque decía que había venido un fantasma.
Al llegar un día una policía joven a la comisaría le dijeron que entrara, que el inspector la estaba esperando. Cuando entró la estaban esperando los dos hermanos de pie junto a la mesa, y la pobre chica se quedó mirándolos.
- Ay... ay... ay...
- ¿Qué le pasa señorita?
- Que creo que me estoy mareando, no sé qué me pasa.
- ¿Pero qué le pasa señora?
- Pues que creo que estoy viendo doble. Que le veo doble, señor inspector, veo dos en lugar de a usted solo.
- Ande, entre al baño y se refresca la cara.
Cuando ella salió vio que estaba el inspector solo.
- Yo no sé qué me ha pasado.
- Nada, nada, no se preocupe, eso no es nada.
Otro día salió de la pensión, le saludó el conserje y estuvo un rato hablando con él. Se subió al coche y se fue. Después el conserje cerró la puerta y el inspector volvió a salir del ascensor. Se quedó mirando y dijo:
- ¿Pero esto qué es? ¿Qué me está pasando a mí hoy?
- ¿Qué le pasa?
- Pues que yo acabo de verle a usted montarse en el coche ahora mismo, que he salido con usted a la puerta para despedirlo y ahora le veo salir del ascensor. Aquí no hay ningún sitio por el que pueda volver a entrar.
- A lo mejor es que soy invisible.
Se lo contó a la dueña de la pensión y a ésta le dio un ataque de risa:
- Ay por Dios, ¿esque aun no te has enterado de que son dos policías gemelos?
Cuando había algún caso difícil que resolver, ahí estaban los dos gemelos Gámez. Fueron muchos los casos que solucionaron en poco tiempo, precisamente por el susto que se llevaban los malhechores al ver llegar al inspector y en poco tiempo otro por otro lado. Veían el mismo y al asustarse se venían abajo.
joselito se buscó una novia. Era el más revoltoso. No le dijo que tenía un hermano gemelo. La novia era asturiana, pero vino a verlo a Cádiz y con el primero que se encontró fue con el hermano. Se fue hacia él y lo abrazó y besó. El otro se quedó mirándola y dijo:
- Señora, ¿quién es usted?
- Pero mira que eres guasón y malo. Esque no me conoces, no? Pues hijo no hace tanto que nos vimos y nos lo pasamos tan bien.
- Perdona, que he querido gastar una broma.
Él volvió a entrar en la comisaría.
- Oye, que está aquí tu novia.
- Pero si a mí no me ha avisado en ningún momento.
- Pues a tí no te habrá avisado, pero a mí me ha dado un montón de besos y abrazos y está esperando a que me vaya con ella.
- Pues mira ve con ella porque yo ahora mismo estoy muy ocupado y no la puedo atender.
- ¡Pues a ver qué hago con ella!
- Menos bajarle las bragas, haz lo que quieras.
- ¡La madre que te trajo!
Marchó con la novia de su hermano a un bar. Y a la media hora de estar sentados el otro apareció. La pobre mujer, qué cosa le daría que se mareó.
Iban muy a menudo a ver a su madre. Su padre había muerto hace unos años. Y ellos no la abandonaban. Seguían gastándole bromas, porque la madre todavía no conseguía diferenciarlos. Sólo su hermana los conseguía distinguir porque un día de pequeños se pelearon y ella le mordió en la oreja a uno y le quedó la señal de su diente, cosa de la que nadie se había dado cuenta.
Otro día llegó Manolito a la barbería y le dijo al Barbero:
- A ver si me afeita usted bastante bien, porque esto es infernal, a los diez minutos de estar afeitado me vuelve a salir la barba.
- Qué exagerado es usted. Cómo se nota que es andaluz.
- Ya verá usted.
Pues le afeitó, le cortó el pelo y le arregló muy bien. Se fue con su hermano y le dijo:
- Mira la broma que le vamos a gastar al barbero.
Joselito se fue a la barbería y cuando el barbero lo vio entrar:
- Si esto yo no lo veo, no lo creo.....
- ¿Pero hombre usted se cree que yo le iba a engañar? ¡Que soy policía!
- Pero cómo le puede crecer la barba de esta manera, ¡si le ha crecido hasta el pelo!
- Si yo se lo dije.
- Ya pero, ¡esque esto es increible!
Aquel día fue la comidilla de la barbería porque a todos los clientes que llegaban se lo contaba.
- ¿pero esto que estás contando es verdad?
- Y tanto, ¡tan verdad como la vida misma!
Algunas veces se disfrazaban y se ponían un bigote, se teñían el pelo rubio, se ponían lentillas de color azul o verde y se iban de taxistas, de barrendero, de camarero.... según les interesara para resolver el caso que tuvieran.
Un día fueron su madre y su hermana a un bar de Almería. Cuando iban a comer lolita le dijo asu hija:
- Niña, ¿ no ves lo que se parece este hombre a tu hermano?
- Sí mamá.
- Pero si yo creo que es uno de mis hijos.
- Anda mamá no digas tonterías, que los niños son morenos con los ojos negros, no puede ser.
- Pero no sé hija..... ¿ de dónde es usted?
Y el hijo respondió:
- Yo soy de aquí de Almería.
- Es usted idéntico a mis gemelos.
- ¿no sabe que todos tenemos un doble? Bueno, qué van a tomar.
- Póngame una coca cola.
- ¿y usted, señorita, qué desea tomar?
- Igual que mi madre, por favor.
Cuando regresó el camarero le puso una cocacola a su madre y una fanta a su hermana. En ese momento la hermana se dio cuenta de que era su hermano. Le guiñó el ojo y no dijeron ni una palabra. Estaban comiendo cuando se formó un revuelo grande en el bar. Por fin habían cogido a quienes iba persiguiendo. Apareció el hermano, quien iba sin disfrazar y la madre se volvió loca de contenta de ver a su hijo.
- ¿Dónde está tu hermano hijo mío?
- No, mi hermano no está, he venido yo solo.
- Pero si he visto uno que es igual que él.
Y la pobre madre se fue sin saberlo.
El día de la boda de Joselito, cuando estaba la novia con su padre en la iglesia, se presentaron los dos y entonces ella miró a uno y a otro y decía:
- ¿pero cuál de los dos es mi novio? ¿Con quién me caso yo?
Riendo dijo uno:
- A ver, tu dirás quién te gusta más.
- Pero si a mí me gustais igual, sois idénticos.
- Pues cásate con los dos.
Eran un poco pintillas los dos gemelos y tenían sus aventuras. Pero siempre cargaba con el mochuelo el soltero.
Un día a este, que le gustaba muchísimo jugar con sus sobrinos, se fue con él su cuñada, y se presentó el otro con una francesita que era un bombón.
La mujer le dijo al cuñado:
- Ahora no me lo vas a negar, ahora no me vas a decir que eres tú el que tiene las aventuras. Ese que viene por ahí es mi marido.
- Parece mentira, que llevando el tiempo que ya llevamos casados todavía no me conozcas. Soy yo tu marido, el que está contigo.
Entonces, para averiguarlo se fue con él a darle besos en la boca, y claro, el otro aguantó. Se fue hacia su hermano y le dijo:
- Vete ahora mismo y espérame en el bar, que allí intentaremos hacer el cambio. Tráete el bañador y hacemos el cambio.
Entonces llegó ella y dijo:
- Qué, ¿ estáis preparando el engaño, no? Pues ahí os quedáis los dos y os quedais con vuestros gemelos para vosotros.
Se fue y no volvió a aparecer.
Pasaron unos años y detuvieron al quien con ella se casó después de concederle el divorcio. Éste era un traficante de drogas. Entonces ella, le llamó y le dijo:
- Hazme el favor, que no vuelva a salir nunca más de la cárcel, que me metió una paliza y estoy en silla de ruedas.
Manolito respondió:
- Deberias traerla, pobrecilla.
- No hermano, no. Que menuda con la que cargué cuando me abandonó y encima se fue de otro.
Cuando los curitas acaben su carrera si quieren que se la traigan, que para eso es su madre. Los dos hijos estaban en el seminario.
La madre murió y para los tres fue un golpe muy duro, Lo pasaron muy mal, pero Palomita se fue a vivir con ellos y cuidaba de todos.
Un día estaban sentados en el patio de la casa al fresco. Llamaron la puerta y la chica fue a abrir.
- Don Manuel, preguntan por usted.
- A mí no me la pegan, son los dos curitas que vienen vestidos de militar.
- Pero bueno, de dónde habéis sacado esos uniformes.
- Señores de qué nos están hablando, somos idénticos, pero no nos confunda, somos tenientes de aviación.
- Menos guasa niños, a ver si ahora os vais a creer que vais a engañar a vuestro tío y a vuestro padre.
- Me parece que están ustedes equivocados.
- A ver, enséñenme la documentación.
Y efectivamente, eran tenientes de aviación. Uno se llamaba Manuel y otro José.
Los dos hermanos se miraron y dijeron que eso era increíble. Tenía un gran parecido con sus hijos, se llaman igual pero los apellidos no coinciden.
- Miren, nosotros somos hijos de madre soltera, por eso llevamos sus apellidos.
- ¿Cómo habéis venido vosotros a buscarnos?
- Pues muy sencillo, nuestra madre murió en un accidente y nosotros mirando sus papeles encontramos esta fotografía, creo que es de uno de ustedes dos y ponía por detrás esta dedicatoria: " Para que nunca olvides nuestra aventura". Manuel.
- Pedazo de mujer, Manolito, qué bien callado te lo tenías. mira que eres cabroncete.
- Cuidado con la lengua, que se olvida usted de que está ante un superior.
Aquel mismo día había recibido la notificación de que había ascendido a comisario.
Todas las piezas del puzle iban encajando.
- ¿Y cómo se llamaba vuestra madre?
- Se llamana Nor.
- Yo solamente estuve una vez con esta mujer, y no me dijo que se llamaba Nor. Pero esperad, que me parece que tengo una fotografía de ella. Aquí está, ella se llamaba XXXXX
La madre de mi padre, mi abuela, se llamaba Nora y él la registró con este nombre. Tanto a mi abuela como a ella no le gustaba, y como mi otra abuela se llamaba Leonor, pactaron que la niña se llamaría Nor.
- Está bien claro, Manolito, que estos dos niños son tus hijos.
- Más despacio, por favor. Que hasta que yo no les haga una prueba de paternidad yo no sé si son míos o son de mi hermano.
Hicieron la prueba y quedó bien claro. Manolito era el padre de estos dos chicos. Después de abrazar a su padre los dos les dijo uno de ellos:
- Papá, ¿y dices que sólo estuviste una vez con mi madre?
- Sí señor, vaya, vaya pues como buen policía tuviste muy buena puntería.
Se instalaron en la casa en una de las habitaciones de los otros gemelos y tramaron gastar una broma a éstos. Le buscaron unas sotanas como las del seminario con la complicidad de un sacerdote amigo de ellos los metieron en su dormitorio.
Les causó tal impresión cuando se los encontraron, que llamaron y vino el sacerdote encargado de los dormitorios.
- Mire padre, que nos hemos encontrado a estos dos aquí.
- ¿Cómo que nos habéis encontrado? Somos nosotros los que hemos llegado después.
Llamaron al rector y cuando éste vino después dijo:
- Vamos, esto en mi vida me había pasado.
Eran tan idénticos que nadie podía averiguar quién era quién. El sacerdote, había explicado muchas cosas del seminario, y como eran tan pintas como su padre, tenían contestación para todo. El rector se sentó y dijo:
- Aquí hay que llamar a la policía. Son los únicos que tomando las huellas pueden averiguar cuál es cuál.
Qué casualidad que pocos minutos después llegaron el inspector y el comisario.
- Ay inspector qué alegría más grande, que venga usted y su hermano porque tengo un problema aquí muy grande, pase que lo vea.
Cuando entraron los dos hermanos se queraron mirando y dijo:
- Señor rector, acaba de suceder un milagro. Nuestro señor Jesucristo multiplicó los panes y los peces, y yo aquí en el seminario tenía dos hijos y ahora tengo cuatro.
- Pero usted señor comisario sabrá distinguir cuáles son sus hijos.
Se puso delante de cada uno, y los miró y miró y al final dijo:
- Pues no señor, no sé cuáles son los míos.
Todos decían yo soy tu hijo. Los otros gemelos estaba siguiendo lo que ellos creían que era una broma.
Dejaron ir a los seminaristas con sus primos, poruq ya les iba a cumnplir el permiso. Estaban sentados delante de la televisión y uno de los curitas dijo:
- Tita, por qué lloras? Qué te pasa?
- No me pasa nada, esque estaba pensando en mamá. ¿cómo se iba a imaginar aquella pobre Lolita la que iba a montar cuando se casó con Orlando? Y pensaba también que no sé por qué siempre hablamos de mamá cuando teníamos que hablar más de papá. yo fui la única que no se pareció a él. Los demás sois todos idénticos a él.
Ya tenían que volver los gemelos militares a Asturias. Se cumplía el permiso que les habían dado. Antes de marchar menuda la broma que iban a gastar a sus compañeros. Fue la empleada que era un poco corta de inteligencia y decía que arreglados estarían al llegar los cuatro sinvergüenzas, que lo mal que se lo estaba haciendo pasar porque cuando limpia los zapatos a uno aparece el otro haciéndose pasar por otro. Yo qué sé si se burlan de mí o no. Les sirvo el desayuno otra vez, y ahora usted quién es, Don Manuel o Don José, Me van a volver loca, con lo contenta que yo estaba con los curitas que no me iba a traer más gemelos a mundo. Y con lo echados para adelante que son los militares, sepa Dios los gemelos que van a atraer al mundo.
Les había regalado una cestita de higos chumbos, que les apasionaba a los policías. Y dijo uno de ellos:
- Venga Ramona, ponte a pelar higos que me los voy a comer todos.
- Enseguida se va a comer usted una cesta entera.
- Póngase a pelarlos y ya veremos si me los voy a comer o no.
Empezó a pelar la cesta y cuando él ya llevaba casi la mitad pensaba a qué es capaz el hijoputa este de comérselo todo.
- A ver Ramona, qué estás diciendo ahora.
- Nada, señor. Yo estoy rezando para que los higos no le hagan daño.
- Vale, vale, ahora vuelvo, que voy al baño.
Entró en la habitación del hermano y dijo:
- Niño, venga, sal que nos han mandado una cesta y le gastamos esta broma a Ramona.
Como siempre estaban dispuestos para gastar una broma, se cambiaron la ropa porque se manchó el pantalón.
- Bueno qué, Ramona, ¿me sigues pelando higos o no?
- Sí señor, cómo no.
Siguió pelando higos y decía que estaba claro que el hijoputa este se los iba a comer todo al final.
- A ver Ramona, qué estás diciendo ahora.
- Yo nada señor!
- Ahora mismo me estas diciendo lo que estás diciendo ahí por lo bajini.
- Pues nada que el hijoputa este se va a comer todos los higos.
- Con que hijoputa eh. Ya le guardaré a usted las cuentas.
- Lo que usted quiera, pero que sepa que le vamos a tener que meter un palo por el culo, que es lo que se hacía en el pueblo cuando uno se atascaba de comer tantos higos chumbos.
La pobre Ramona agachó la cabeza y dijo:
- Dios mío, ten piedad y misericordia de mí.
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