Los
mares enfurecidos hacen olas grandísimas. Los
maremotos, tsunamis, se tragan miles de criaturas y animales.
Destrozan algunas veces ciudades enteras. Los ríos se desbordan
llevando todo cuanto encuentran por delante. Casas, cosechas, árboles
animales…
La
tierra, la madre tierra tan sufrida como casi todas las madres, harta
ya de tanto ultraje también se revela con grandes terremotos,
movimientos de tierra, volcanes que en años y años sin actividad
ninguna, empiezan a escupir ceniza y dejando a miles de
criaturas sin sus hogares. El aire tan contaminado con
tantos satélites, tantos aviones, drones y la tierra
mandando hacia arriba gases…que van a tener que
poner semáforos. Allá arriba la circulación está
casi igual que acá abajo en la tierra. Y es
que señor, tu perdonas siempre, los hombres alguna vez, pero la
naturaleza no perdona nunca. Las aguas de los mares, que pena, como
están de sucias, con tantos barcos que se hunden, otros que
se averían y todos soltando lastre. Su suelo, su fondo, lo
han convertido en un cementerio de tantas criaturas
como mueren, pobres emigrantes, que quieren venir a España.
Bueno, a Europa; africanos, asiáticos, sudamericanos. Los
meten en barcazas y al final no llegan a Europa porque
mueren ahogados. Los ríos no los limpian, también echan todas
las inmundicias que pueden a sus aguas. A la tierra le queman sus
montes, les cortan sus árboles, la llenan de cemento por todas
partes. Ay señor, si hasta los glaciales protestan con grandes
desprendimientos… ¿Y todavía nos extraña que ocurran tantos
desastres?
Yo
siento mucho miedo cuando el aire enfadado lanza esos huracanes,
tornados, tormentas tropicales…
Y
entonces me acuerdo de que mamá se asustaba muchísimo de las
tormentas. Y cuando había alguna de aquellas tan grandes, se hincaba
de rodillas ante el cristo y le decía: aplaca señor tu ira, tu
justicia y tu rigor, dulce Jesús de mi vida, misericordia mi
señor.
Por
pocas pierdo la misa, que ya estaba dando el último toque. Cogí el
bolso y salí de casa. Justo en la puerta me encontré con
un chico que me causo gran sensación. Era guapísimo, y a
pesar de ir con vaqueros, camisa de cuadros y chaqueta de punto, se
le veía una elegancia innata.
Por
favor, señorita, ¿me puede decir donde esta clínica del
doctor Estanislao?
Chico,
¿es que eres miope?
¿Por
qué?
¿Pues
no ves el letrero allí en frente?
Bueno,
es que probablemente sea que tu belleza me ha cegado.
Y
alargo la mano cortésmente y me dijo:
Mi
nombre es Alejandro del Monte y del Río.
¡Vaya
apellidos tienes! Chico, yo también me llamo Alejandrina.
Vaya
coincidencia, Alejandro y Alejandra. Esto quiere decir algo.
Pues
quiere decir que me voy ahora mismo que llego tarde a misa.
¿Te
acompaño?
Vale.
Alejandrina
sintió una gran alegría al ver que era practicante.
Y bien
- le dijo al salir - ¿qué haces aquí chico?
Pues
mira, soy médico y vengo a cubrir la plaza de pediatra que en la
clínica quedo vacante.
Ah si...
Pareces
muy joven para haber terminado ya la carrera y tener tu
especialidad. Tengo 22 años, ¿y tú? Cuántos años tienes si
me permites preguntarlo?
Bueno
yo tengo 28.
Alejandro
sonrió y esta le dijo.
¿De
qué te ríes?
De
nada
Hombre
por algo tendrás que reírte.
Mira
además de ser médico soy psicólogo, porque mi madre es licenciada
de psicología, y a todos los hijos les hizo estudiar psicología al
mismo tiempo que la otra carrera que hubiésemos elegido.
A mí
no me engañas...
¿Y por
qué habría de engañarte?
¿Cuántos
años tienes en verdad?
Pues
en verdad ya te lo he dicho. Dejémoslo así, o es que tú no
sabes que a las mujeres no se les debe preguntar la edad?
Es por
eso por lo que quieres engañarme, ¿por mi atrevimiento,
verdad?
Bueno
chico, tengo que dejarte,
Pero
si aún no es muy temprano para ti,¿verdad?
Pero
no para mi padre, y yo a quien tengo que contestar es a él, no a tí.
Y míralo donde está en la puerta, mirando hacia arriba y
hacia abajo porque ya me está esperando. Es aquel señor que está
en la puerta, el portero del bloque.
Lo
siento, porque a tí probablemente te hubiera gustado más
contactar con una chica bien, ¿no?
Te
equivocas, a mí las chicas bien como tú las llamas, o niñas de
papa, me repelen, porque son unas creídas y unas impertinentes.
¿A
qué hora quedamos mañana?
Eh
pues no sé..
¿Quieres
venir conmigo a comer al mediodía? Te invito.
Bueno
pues, a las dos está bien.
Bueno,
antes tendremos que tomar el aperitivo - y ya riendo se marchó y
dijo - bueno, ven a las 12.
Él se quedó plantado en mitad de la calle viéndola marchar, y ella con toda naturalidad dijo fuerte, hola papá, ya estoy aquí. El portero se quedó, pobre hombre, que no sabía ni qué decir. Lo cogió del brazo y le dijo:
Vamos
para dentro, papá.
¿pero
señorita, esto qué es?
Bueno,
ahora te lo explico. Es que a ese chico que venía conmigo, le he
gastado una broma, le he dicho que usted era mi padre.
Pero
señorita, ¿usted cree que esto a su abuelo le gustará? - y
nervioso como estaba, siguió - Además, es que señorita, yo no
puedo ser su padre, yo soy soltero...
Vale,
vale, Damián, no te pongas más nervioso y déjalo ya.
El
joven doctor, se marchó despacio, iba pensando en ella - Tiene que
ser muy buena chica, porque nada más hay que ver con el cariño que
trata a su padre -.
¿Sabes?
- le dijo al día siguiente al encontrarse con ella - no sabes cómo
voy a agradecerte todo el cariño que me estás dando, porque resulta
que, si me hubiese encontrado aquí solo, sin
tener amistad con nadie, sin trabajar porque el doctor Estanislao,
está de viaje, y hasta que él no venga, pues no empiezo a trabajar
en la clínica.
Maite,
dijo Alejandrina a la secretaria de su abuelo, te llamo para pedirte
un favor.
Dime preciosa,
te adelanto que lo tienes concedido.
Mira,
es que resulta que he conocido al médico pediatra que
viene a cubrir la plaza que hay vacante.
Ay
mira, qué bien, porque me han dicho que es un rato guapo.
Mira,
quiero que quites mi fotografía de encima de la mesa de mi abuelo,
porque en cuanto regrese, lo llamará para hacerle una entrevista, y
yo a éste le he gastado una broma...
¿Una
broma muy grande?
Pues
fíjate, le he dicho que soy hija del portero, imagínate si
al entrar al despacho del jefe se encuentra allí con mi fotografía,
a éste le da un patatús…
Lo que
a ti no se ocurre hija mía, no se le ocurre a nadie. Pero tranquila,
que yo quitare la fotografía.
Maite,
- dijo el doctor al entrar en su despacho alzando la voz - ¿dónde
está la fotografía de mi nieta?
Doctor perdóneme,
pero es que mire, al limpiarla, se me cayó al suelo y se me ha roto
el cristal.
Vaya
pues ya podrías haber puesto más cuidado.
Bueno
y qué, ya la tengo preparada para llevármela y ponerle un cristal
nuevo...
Ah, vale,
vale.
Abuelito,
qué alegría que hayas vuelto, porque me siento tan sola sin ti...
Ya lo
sé mi vida, es que a este viaje no podía llevarte, porque de todas
formas ibas a estar muy sola. Era un congreso y he andado muy
ocupado, pero bueno ya estoy aquí. He conocido esta mañana al nuevo
pediatra.
¿Sí?
¿y qué tal?
Pues
muy bien, es un chico muy educado, de una gran formación, y muy
buena presencia.
Vaya
eso es estupendo, para que los niños se sientan felices de
encontrarse con un médico tan guapo, ¿no abuelo?
Anda
diablejo, que eres más mala…
Y
también Alejando, lo primero que le comentó a Alejandrina fue que
la entrevista con su abuelo:
¿Qué
tal te ha parecido entonces tu nuevo jefe?
Es un
señor encantador, educadísimo y además, nada más verlo,
se ve que es una eminencia.
Así
es, aunque tú todavía no lo sepas
¿Y tu
si lo sabes?
Todo
el mundo lo conoce, todo el mundo lo quiere y todo el mundo lo
admira. Y yo más que nadie, porque cuando murieron mis padres, yo me
quedé muy pequeña.
¿Tus
padres, has dicho?
Perdona,
he querido decir mi madre. Todos en el bloque se sintieron un poco
mis padres. He sido la niña mimada y consentida de todos.
Dime alejandrina,
¿a qué te dedicas? ¿estudias o trabajas?
Pues
claro que estudio, chico. Estoy en la universidad.
¿Y
qué vas a estudiar?
Pues
medicina voy a hacer también
Anda
mira que bien, o sea, que vas a ser una colega mía.
Así es,
pero ahora estoy como es lógico de vacaciones
El día 16 de julio, día de
la virgen del Carmen, era el cumpleaños de don Estanislao. Como
todos los años le preparaban una gran fiesta, este año con más
entusiasmo porque cumplía 60 años.
Sabes,
- dijo a Alejandra - me han invitado para una fiesta muy
importante que le hacen al jefe todos los años. Y fíjate qué
pinto yo en esa fiesta si no conozco a nadie, me voy a encontrar más
solo... ¿quieres acompañarme?
Y qué
pinta la hija de un portero en la fiesta de un cumpleaños de un gran
señor.
Pues
serias mi acompañante.
No, por
favor, no.
Alejandrina
se divertía con esta situación, pero al mismo
tiempo, estaba preocupada porque pensaba - ¿se enfadara
por haberle gastado esta broma? -.
La
fiesta se celebraba en los jardines de la clínica, aquellos
hermosos jardines tan bien cuidados, pues a don Estanislao le
gustaba mucho las flores y las plantas.
Alejandro estaba
al fondo del jardín con una copa de champagne en
las manos, mirando a los peces de colores que había en
aquella fuente de taza. Estaban todos los médicos, enfermeras,
auxiliares, celadores, todo el personal de la clínica, y además
muchos más invitados. Y él se sentía incómodo porque no conocía
a nadie. Pronto se armó un revuelo, pero él apenas se dio cuenta,
entusiasmado como estaba con el movimiento de los peces. Había
llegado el doctor con su nieta de los brazos.
Todos
acudieron como moscas para felicitarlo y saludarlo, todos menos
Alejandro.
Alejandrina
pensó: - ¿Dónde estará este chico? -. De momento le vio junto a
la fuente, y hacia él se dirigió
Pero Maite la
secretaria se le adelantó y le dijo:
Doctor,
¿qué hace que no va a saludar al jefe?
¿Cómo?
Sé,
acaba de llegar ya. Casi todos estaban terminando de
felicitarlo.
Pues
ya voy.
Entonces
Alejandrina se adelantó y se puso al lado de su abuelo. Cuando éste
llegó, se quedó de piedra. ¿Qué hacía allí Alejandrina al lado
del doctor?
Al
felicitarlo este le dijo:
Mira,
te voy a presentar a mi nieta. Alejandrina, este es el doctor del que
te hable ayer.
Ella,
tendiendole la mano le dedicó una amplia sonrisa, pero él la saludó
fríamente, besándole la mano.
Pensó
- Osea, te has estado burlando de mí, ¿no? Eres una niña de esas
que tu llamas chicas bien, y yo llamo insoportables y creídas.
¿Sabes
Alejandro, - dijo el doctor - como eres nuevo en esta plaza y no
conoces a nadie, he dispuesto que te sientes al lado de mi nieta en
el comedor.
Vaya
qué fastidio, - pensó - voy a tener que estar aguantando a
esta niña imbécil.
En
cuanto pudo, se escapó y se fue otra vez allí al lado de
la fuente, solo, enfadado, pensando en el ridículo que había hecho
con aquella niña tonta.
Pero
entonces, ella vino a buscarlo:
¿Qué
te pasa Alejandro?
¿Qué
me pasa? ¿Cómo te atreves a preguntarlo?
Bueno,
vengo a pedirte perdón. Estoy arrepentida de haberte gastado esa
broma, tampoco es tan malo, ¿no? Pídeme lo que quieras si con ello
consigo hacerte olvidarlo.
¿Sí?
La
cogió del brazo y la llevó a un recodo del jardín donde quedaban
ocultos por los árboles, y le dijo:
Dame un
beso.
Ella
le ofreció sus labios. Se oyó la voz de Maite, la
secretaria que decía:
¿Alejandrina,
dónde estás? por favor, que te está llamando tu abuelo.
Enseguida
voy, Maite.
Y él
le dijo:
Anda
ve.
Ve no,
tu me acompañas.
¿Tú
crees que debo de acompañarte?
Y maite riéndose
le dijo:
Sí,
debe de acompañarla, pero por favor, quítese antes el
carmín de los labios.
Al día
siguiente, llamó Alejandro por la mañana muy temprano a
su padre:
Papá quiero
hablar contigo de algo muy importante.
Dime hijo
de que se trata.
Mira,he
conocido a una chica -. Y le contó todo lo que le había pasado con
ella. - No sé qué me pasa, nunca había sentido nada igual. No
duermo, no tengo ganas de comer, nada más que pienso en estar con
ella.
Hijo,
¿te has enamorado de verdad, eh?
¿Pues
tu crees papa?
¡Hombre!
Eso es lo que yo sentí cuando conocí a tu madre.
El
capitán Anselmo dijo a su esposa:
Cariño,
tengo que hacer un viaje importantísimo. Voy a conocer a una chica.
¿Pero
qué dices? ¿Con ese descaro?
No
hija, no. No te pongas a pensar en lo que no es. Voy a conocer a mi
futura nuera, si ella es digna de serlo. Porque si no lo
es, antes de que esto llegue a más, le diré a mi hijo que corte por
lo sano.
El
capitán cogió el avión y se presentó en Zaragoza. Su hijo no
se lo podía creer.
Qué
alegría más grande papá. ¿Sabes?, te extraño tanto, he estado
siempre tan unido a ti.
Hijo,
ya eres un hombre y tienes que buscarte la vida. Tampoco se olvida
de tí tu padre.
Bueno
papá, Vamos a ir a que conozcas a mi novia.
¿Tu
novia? Pues si que has corrido, ¿ya sois novios?
Sí
papá, y creo que te va a gustar la mujer que yo he elegido.
Esperemos
que así sea hijo. Sé que siempre has sido un chico serio y formal,
no creo que en tan poco tiempo hayas cambiado.
Fueron
a casa de Alejandrina, ésta los recibió encantada dándole dos
besos. Y nada más verla el capitán pensó: - qué buena
elección a hecho mi hijo -.
Aquel
día comieron juntos y doña Consuelo, les dijo por teléfono lo
apenada que estaba por no haber podido ir a estar allí con ellos,
pero tenía tanta carga de hijos, y entonces, don Estanislao dijo:
No se
preocupe doña consuelo, que si usted no ha podido venir, nosotros
vamos a ir a verla.
Reservaron
habitaciones para el abuelo y la nieta en el mejor hotel de Sevilla,
pero don Estanislao dijo:
¡Ah no!
Yo he venido aquí para estar en familia. Es lo que siempre
deseé. tener una gran familia, y ya veis, sólo somos mi nieta y yo.
Y don
a Anselmo dijo:
No te
preocupes Consuelo, que todo puede ser que tengamos que ampliar
literas.
Al
doctor le asignaron el dormitorio del padre de doña consuelo, que
hacía dos años que había muerto.
Alejandrina
tendría que compartir habitación con la única niña de los 12
hermanos que eran. Era un primor, tenía 10 años pero parecía ya
una mujercita. Era muy ordenada, muy educada, además de que era
muy muy bonita.
El
pequeño Pablito, de 2 años, fue el primero en llamar a
don Estanislao abuelito, le decía ilito, y le echaba
sus bracitos para que lo cogiera en brazos. El
doctor lo cogía y le besaba emocionado y éste le decía:
El
niño a mirmir.
Don estanislao lo
cogía y lo dormía. Se veía que era muy, muy feliz.
Poco a
poco, todos fueron llamándole abuelito, hasta los mayores. Doña
Consuelo se enfadó mucho y les dijo:
¿Pero
qué hacéis? ¡Esto es una falta de respeto! Tenéis que
decirle don Estanislao.
Y éste
le dijo:
Por
favor consuelo, por favor, ¿quieres que me enfade?
No
señor, todo lo contrario.
Pues
entonces deja de llamarme don Estanislao, y permite que mis
nietos me llamen abuelo.
¿Dónde
has ido abuelito? Preguntó Alejandrina
Pues
mira, cuenta a ver si he comprado entradas bastantes, porque quiero
que vayamos todos esta noche al teatro.
Alejandrina
contó y le dijo:
Pero
si has traído entradas hasta para la empleada, su marido, el portero
y la señora del portero.
Pues
ya está, así vamos el completo, ¿no te parece?
Bueno,
- dijo el doctor al capitán - ya tenemos que marcharnos. Llevamos
aquí una semana, pero antes quiero hablar contigo de algo muy
importante.
Soy
todo oídos. Cuando quieras puedes empezar
Mira,
yo tengo una gran enfermedad. Lo llevo en secreto para que mi
nieta no sufra, pero va avanzando a pasos agigantados. Tengo un tumor
cerebral, y en el sitio que lo tengo es imposible operarlo. No
quisiera que mi nieta se quedara sola al morir yo.
Eso te
aseguro que no va a pasar. Tu nieta ya tiene aquí una gran familia,
esté soltera o casada. Nunca la vamos a abandonar.
Sí
pero preferiría dejármela casada.
Es que
son muy jóvenes los chicos, ¿no?
Así
es, mi nieta tendría que terminar antes de la universidad, pero los
veo tan enamorados que creo que no les va a importar.
¿Importarles?
Todo lo contrario.
Se
volvieron locos de contentos. Claro, sin saber el porqué,
don Anselmo y don Estanislao querían casarlos
tan deprisa.
La
boda fue algo que los maños no olvidarían durante muchos muchos
años.
Fueron
los compañeros de universidad de medicina de Sevilla, a la
que pertenecía Alejandro. También estuvieron los de la facultad de
medicina de Zaragoza, que don estanislao era
catedrático, y Alejandrina allí estudiaba también.
En la
boda, conoció don Estanislao a Rocío, hermana de
doña consuelo. Era una sevillana simpática y bastante guapa.
Don Estanislao quedó prendado de la sevillana, y le dijo:
Qué
pena... Si yo no estuviera enfermo me casaría contigo.
¿Enfermo
tu? ¿Pero qué clase de enfermedad tienes so malaje? Si estás
que da gloria verte.
Al día
siguiente, don Estanislao pensó, ¿y si fuera verdad que
yo no estuviera enfermo como dijo Rocío? Se fue a la clínica y
dijo:
Me
vais a hacer toda clase de pruebas otra vez.
Se
supone que fue un milagro. Porque el tumor había desaparecido.
Se fue
para Sevilla a cumplir lo que a Rocío le había
prometido. También se casaron.
Hacía
tres años que tenían 4 hijos. Partos gemelares. Alejandrina y
Alejandro, sólo tenían 2, y su padre le decía:
¿No
te da vergüenza que un anciano tenga más hijos que tu?
Éste
riendo le decía:
Papá,
que yo tengo por delante muchos años.
Ah,
ya.
Él se
sentía muy satisfecho, ya iba a por el décimo quinto.
El
abuelo, construyó una casa en peñíscolas. Una casa que
parecía un hotel de tantas habitaciones, todas con su baño, porque
decía que allí tenían que ir sus hijos y sus nietos. Que no
solamente éramos nosotros, sino todos los hermanos de Alejandro.
Yo soy
medico, trabajo en la clínica y con Alejandro. A Sevilla vamos
siempre que podemos escaparnos. Se es tan feliz en medio de tanto
jaleo, tantos hijos, qué grande era aquella familia.
No me
faltaba nada para ser completamente feliz. Pero no yo podía
olvidarme de la madre naturaleza. Seguía viendo cada vez más
maremotos, más tsunamis, más terremotos, más volcanes en
erupción, más ríos desbordados, huracanes,
tornados, tormentas tropicales.
En
aquel momento se oyó un trueno espantoso. Yo ni siquiera había
visto el relámpago.
Me
puse a temblar de miedo. Me dan tanto miedo las tormentas.
Hincándome de
rodillas empecé a rezar aquella oración que me había enseñado
mi madre.
Aplaca
señor tu ira, tu justicia y tu rigor. Dulce Jesús de mi
vida, misericordia mi señor.
Se
abrió la puerta de la consulta y entró Alejandro.Venía jadeando
porque no se había parado a coger el ascensor.
Me
eché entre sus brazos y me puse a llorar como una niñita.
A ver,
a ver, ¿ese llanto?
No, ya
no es de miedo, es de felicidad, porque ya sé que no me va a pasar
nada estando tu a mi lado.
Seguían
los truenos y los relámpagos, y los dos bajamos a la capilla a
rezar. Entre otras cosas, yo pedí al señor que iluminara los
políticos para que se comportaran mejor, y gobernaran con mano firme
para desterrar la corrupción.
En
este momento vino el abuelo y dijo:
Venid
chicos, que veáis la granizada que ha caído.
Era
espectacular, quien habría visto nunca unos granizos tan grandes.Era
increíble la vitalidad el abuelo. Jugaba con aquellos granizos como
si fuese un niño pequeño.
Este
día había sido muy duro. no salimos en todo el día, desde por la
mañana temprano del quirófano. El abuelo seguía siendo el cirujano
jefe, y Alejandro y yo, uno de sus muchos ayudantes.
Porque
nos apremiaba, que teníamos que estar preparados para cuando él
faltara, que nos hiciéramos cargo de la dirección de la clínica.
Llegamos
a casa muy muy cansados, eran más de las 12 de la noche. ese día,
ni siquiera al irnos a dormir ni despiertos, nosotros tomamos una
cena ligera y nos pusimos muy juntitos uno del otro a
descansar un rato.
Nos estábamos quedando
dormidos, cuando de momento sonó el teléfono.
Alejandro puso
mala cara y dijo, quién será a estas horas. Pero qué poco tardó
en cambiarle el gesto cuando oyó aquella voz.
Alejandro,
¿estás dormido?
No
cariño, como voy a estar dormido si estoy hablando contigo.
Es que
tengo que decirte una cosa, ¿sabes?
Bueno
pues cuéntame.
Que
papá le estaban dando muchos muchos besos a mamá.
Alejandro soltó una
carcajada. Pero bueno Pablete, eso es lo normal, ¿no? Papá
quiere mucho a mamá.
Venga,
que con lo grande que eres y no te enteras de nada.
Como
que no me entero, pues claro, que quieren hacer otro bichejo -.
Así era como Pablito llamaba a los niños recién nacidos.
¿Qué
me dices Pablete...sí?
¿Y tú
cómo lo sabes?
Pues
porque yo, cuando veo a papá y a mamá y cómo la mira, poniendo los
ojos así medio tornados, de una manera más rara, como todos los
papás miran a las mamás cuando van a nacer bichillos. Además
yo ya voy a dormir en una titera.
Litera
se dice Pablito, dilo conmigo.
Bueno
eso que tu has dicho, ¿y para qué lo voy a decir?
Bueno
vale, entonces, ¿qué me dices, que van a mover la litera?
Claro,
para dejar al sitio al bichillo que va a nacer. Bueno que
ya te dejo, porque tu hablas muy fuerte y se van a dar cuenta.
¡Adiós!
Acababa
de cortar, y cuando estaba Alejandro muerto de risa
contándomelo todo, sonó el teléfono otra vez:
Vaya
por dios quién será ahora. Pero si es el teléfono de casa otra vez
-
descolgó
el teléfono y dijo: - ¿Qué pasa Pablete?
¿Dónde
está Acendina?
Alejandrina
se llama
Bueno
sí, ¿dónde está?
Pues aquí a
mi lado.
¿No
está durmiendo? Bueno dile que se pona.
Que se
ponga Pablito.¿Para que la quieres?
Pues
porque no le he dicho nada y se va a enfadar. Y yo la quiero mucho
también.
Sí, y
qué más.
Pues
que le digas que la quiero mucho, que le mando muchos abrazos y que
tengo muchas ganas de verla porque me gustan mucho sus besitos.
Ala, adiós.
Qué
chiquillo este
Alejandro,
pero que es la 1 de la noche... es tarde y no es hora para que este
niño este despierto.
Bueno,
cuando yo me quedaba a estudiar noches enteras, no hacia falta que
fueran nada mas las 4 de la mañana y venía como un ratoncillo a
traerme un bombón, otras veces un caramelo, y me decía: ¡que no se
entere mamá! En vez de irse a su cuna, se iba a acostarse con el
abuelo.
Alejandro,
parece mentira, que después de haber criado tantos niños, a casi
todos tus hermanos por ser el mayor, todavía te diviertes con los
niños.
Cariño,
¿por qué crees que estudié pediatría?, porque me gustan mucho los
niños.
A mi
abuelo, todavía le gustaba sentarme en sus piernas y acariciarme el
pelo al tiempo que me daba muchos besos. Se quedaba en silencio
mirándome. Yo sabía que estaba pensando en mamá, en aquella hija
única a la que tanto quiso, y que murió tan joven por aquella
terrible enfermedad que también se llevó a la abuela y a papá.
Después
me decía:
Por
muchos que vengan a esta familia, tú seras siempre mi niña
consentida. Bueno chica, tenemos que ir pensando en irnos a
peñíscolas. Ya hace mucho calor aquí en Zaragoza. Los niños
estarán allí mucho mejor.
Sé
abuelo, pero antes tenemos que ir a Sevilla.
¿A Sevilla?
¿con el calor que hace a qué tenemos que ir?
Porque
a Anselmo lo han ascendido a comandante.
¿Y
cómo no me habíais dicho esta gran noticia?
Fuimos
todos el día que le ponían las estrellas de comandante en
la armería. El capitán castrense, a todos nos emocionó tanto que
nos echamos a llorar:
El
comandante Anselmo, tendría que haber ascendido a general, lo
conozco desde niño, si es que fue niño alguna vez. Dedicó toda su
infancia a cuidar de sus padres enfermos, a trabajar y a estudiar
como hijo, no tuvo otro igual. Como padre, exactamente igual. Y qué
puede decirles a sus superiores, compañeros y subordinados si todos
lo conocemos bastante bien. Es cumplidor, disciplinado, sabiendo
respetar al máximo sus superiores, siendo un buen compañero, y a
sus subordinados, tratándolos como un padre trata a sus hijos.
Alejandro,
emocionado, se levanto y dijo:
Ese es
nuestro padre.
Todos
los hermanos se levantaron y empezaron a aplaudir. Todos
menos pablito, que salió corriendo y lo abrazó.
Al
mismo tiempo, el general, también, sin importarle el protocolo y la
disciplina, se fue y lo abrazó. Hasta entonces se había mantenido
entero, pero al abrazarlo primero su hijo y ser general, unas
abundantes lágrimas empezaron por su mejillas a rodar.
Nadie
puede imaginarse lo peliz que se siente una de pertenecer a una
familia como esta. Es algo muy especial.
Hacía
mucho tiempo que no llovía en Sevilla, y pronto empezó a caer
una lluvia muy fina que refrescó bastante el ambiente.
Como
el día había sido tan movido, yo estaba muy cansada. Me salí al
patio y me tendí en una maca. Alejandro, de pie ante mí, me miraba
y me miraba. Vino Pablito y me dijo:
¿Tú
también vas a tener a otro bichillo?
¿Yo
por qué?
Porque
como te esta mirando Alejandro.
Doña
consuelo vino riendo y dijo:
-Sí Pablito,
es que papá y yo nos hemos jubilado y les hemos pasado a ellos el
cargo.
- ¿En
qué pensabas Alejandrina, estabas tan distraída que ni siquiera te
dabas cuenta que estaba allí a tu lado.
- Pues
estaba pensando en la suerte que tuve el día que me preguntaste por
la clínica del doctor Estanislao.
Unos
meses después, se casó Juanma con la teniente de
aviación, hija de un compañero de Anselmo, eran de la misma
promoción.
Era un
maño muy cerrado y en la despedida de soltero que le
hicieron conjuntamente, le dijo
Muchacho,
me vas a tener que prometer que tu no le vas a hacer parir a mi hija
tanto como Anselmo le ha hecho a Consuelo. Porque si no, ahora
mismo desbarato el casorio.
Juanma,
que de todos era el que más se parecía al padre en todo, lo miró
le guiñó y se volvió mirando a su suegro:
Se hará lo
que se pueda señor, se hará lo que se pueda,
usted tranquilo.
Anselmo dijo mentalmente: Prepárate maño,
para criar nietos y llevarlos al cole.
FIN
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